007
Viernes, 31 de Diciembre, 2021
Peter Bond
Me preocupa cuál será el 0,7 por ciento de los compromisos cumplidos por el presidente. Dice que da por logrados el 42,7 por ciento de los adquiridos y esa precisión en los decimales me trae a mal traer desde que se lo oigo.
_ Cariño, te quiero un 12,8 por ciento más que el año pasado.
¿De dónde salen esas siete décimas? O lo que es lo mismo, ¿de dónde sale ese 42,7 por ciento que se esgrime como dato inequívoco e irrefutable?
Hace unos treinta años tuve la humorada de escribir un libro que se llamó Manual del Perfecto Político, aunque en gran parte era el del perfecto idiota, y allí explico _ magister dixit _, la magia de los decimales en boca de los políticos.
Un decimal es el certificado de veracidad de las estadísticas. Un 40 por ciento suena a falso por su redondez. Un 40,3 por ciento es dogma por sus aristas. Y mejor todavía si el decimal es impar.
Lo normal es que existan cuando hay que referirse a magnitudes contables, como el arroz, el carbón e incluso la inflación. Lo extraño es escucharlos al lado de conceptos tan etéreos o abstractos como pueden ser los compromisos políticos, pues aunque se pueden contar, no se pueden medir, y hablar del 42,7 es como no decir nada.
Imaginen un país en manos del narcotráfico. Un político promete liberarlo y noventa y nueve objetivos más de ínfima importancia al lado del primero. Al cabo del año los consigue todos, menos el temita de los narcos. ¿Puede presumir de haber logrado el 99 por ciento de sus objetivos? El matemático dirá que sí, pero el contribuyente dirá que no.
Sánchez ha sido señalado como el peor de Europa sin decimales, pero ni siquiera esa puntuación es válida. La nota auténtica, cifra redonda o con cenefa, debe salir de la sensibilidad de cada uno, lo más lejos posible de estas artimañas contables del 007 que pretenden camuflar sapos por cisnes.