En la Catedral
Domingo, 30 de Diciembre, 2007El encuentro Catalunya – Euskal Herría _ mucho ojito con la nueva denominación _, ha sido la traca final del empacho nacionaldeportivo que ha dado en brotar gracias a las vacaciones. Es decir, se trata de un producto típicamente navideño caracterizado por provocar una fiebre elevada que no se cura viajando, como recomienda Baroja cuando estos casos clínicos ponen en peligro la lucidez y la consciencia.
Algunos socios del actual Gobierno aprovechan los dineros oficiales para minar el Estado que les ampara y al que deberían servir con fidelidad, por lo menos, hasta que no sea otra su forma, lo cual no lo podrán decidir unilateralmente, como repiten con insistencia machacona, por ver si así acaban por convencer al resto que ellos, y sólo ellos, son los dueños del patio de vecindad.
Si no fuese porque aquí somos todos de conciencia laxa, la movida tendría unas pintas de traición bárbaras.
A todo esto, el Gobierno asiste con su tradicional estrategia de mirar hacia otro lado, como si el pitote armado no fuera con él. ¿También será competencia de Sarkozy? Hay que ver lo mucho que pugnan porque nos afrancesemos.
De momento no parece que sea incompatible jugar en la selección oficial española y en cada una de las creadas al amparo de las autonomías, pero si algún día entra en vigor el espíritu de lo que con gran pompa llaman la Declaración de San Mamés, sepan vascos, catalanes y gallegos firmantes que necesitarán de una liga propia, con sus Segundas A y B, que sus partidos contra los equipos cercanos sólo interesarán, como mucho, a sus respectivas televisiones, y que su sueldo habrá de sufrir una merma considerable, salvo que se vayan a jugar al extranjero, una opción que ha de resultar aborrecible a unos cachopedazos de nacionalistas como ellos.
Por lo demás, creo que el partido resultó de lo más ameno, con gente corriendo de un lado para otro y con un árbitro al que se le insultó en las lenguas respectivas, salvo algún despistado que lo hizo en castellano.