¿De quién será la mano inferior?

Anda la gente muy intrigada por los motivos que han podido pesar para que la convocatoria electoral se fije precisamente el 20-N, pues nadie se cree que ZP o RbCb consideren ese domingo como una fecha cualquiera.

El presidente dedicó varias frases a convencernos de que si miramos con detenimiento el calendario restante del 2011, coincidiríamos con él en señalar ese día como el de la jornada propiciatoria, pero no hay tal. Las urnas podrían haberse puesto antes, como exige la urgencia, o un domingo después, como especulaban los columnistas.

La elección de la fecha no es asunto baladí y así lo estima todo el mundo. Un 20-N ocurrió algo que explica esta decisión sin dejar resquicios a la duda. En efecto, el 20 de noviembre de 1984 se crea la SETI, Search for ExtraTerrestrial Intelligence, o sea el servicio de búsqueda de inteligencia extraterrestre, y siendo una efeméride tan señalada, no se podía pasar por alto.

De esa forma, durante la campaña podrán expresarse eruditas alusiones a la SETI y a la necesidad de que en el espacio sideral se encuentre de una puñetera vez una inteligencia superior a la de la oruga procesionaria, capaz de tomar las riendas de la nación sin necesidad de chapotear en los escándalos, de abundar en las ineptitudes y de predicar los rencores.

La SETI todavía no alcanzó su objetivo fundacional, pero en su orla lleva fundida en oro la fecha en la que fue creada, para que no se le olvide, dado lo mucho que puede tardar en conseguirlo. El presidente ha querido rendir homenaje a sus esfuerzos y machihembrar en una misma jornada la búsqueda de inteligencia extraterrestre y la búsqueda de inteligencia terrestre. Es lo mínimo que se esperaba de él después de dos legislaturas dedicadas a la exaltación de los productos cerebrales.

Faltan cuatro meses menos nueve días

El presidente ha estado perfecto. En el tono, en los argumentos, en las previsiones para dotar a España de un nuevo Gobierno desde enero de 2012, en el reconocimiento de que se necesita un gabinete fuerte para encarar las reformas económicas. En casi todo.

Ha estado muy optimista queriendo ver de nuevo brotes verdes, pero eso no sorprende a nadie porque pertenece a su patología personal. También estuvo correcto al rechazar la invitación que un periodista le planteó para hacer balance de la legislatura. No era el día.

Nada se puede reprochar a la comparecencia de Zapatero en el día de ayer. Su mensaje da satisfacción a todos; al nuevo candidato y a la oposición, al mundo económico y a todos los que desean ponerse manos a la obra cuanto antes para salir del marasmo, también a la mayor brevedad.

Sólo hay un grupo de personas que han podido verse defraudadas por el contenido de la comparecencia presidencial, de acuerdo con las manifestaciones que venían realizando durante estos últimos tiempos, totalmente contrarias al adelantamiento de las elecciones. Este grupo está encabezado por el propio José Luis Rodríguez Zapatero, que salvo ayer, no ha perdido intervención para apostar por el cumplimiento de la legislatura completa por razones que se diluyeron como por ensalmo.

Con él se sitúan los lavacaras que consideraban el adelanto electoral como algo propio de agoreros y conspiradores. Pues ya ven. Lo ha dicho el presidente con todas las letras. Se convocan pa-ra-ge-ne-rar-cer-ti-dum-bre.

Jo¡ ¡Qué alivio! Como él mismo ha sugerido en esa memorable intervención, las especulaciones sobre la fecha ya no consumirán ni una pizca de energía tan necesaria en otras direcciones.

En cuanto al 20-N, ¿qué quieren que les diga? Hay días que salen con vocación de artistas.

Indignados con la situación, toman medidas

¿Se puede estar indignado contra los indignados, o es anatema de modernismo y precepto de obligado cumplimiento bailarles el agua alrededor con premios Nobel rendidos de admiración? No respondan todavía, sino después de tomar aire, que la pregunta es larga.

Pues con permiso de los Nobel y de los Pulitzer que se unan a la ceremonia de la confusión auspiciada por la ISB (Internacional de la Sopa Boba), debemos colegir y colegimos que estos indignados, o lo que reste de ellos, son más falsos que los quesos envasados en plástico.

Por mucho que se rebusque en las enciclopedias, incluso en las apócrifas donde cuelan a cualquiera que haya escrito una mísera cuarteta, no aparece ningún antecedente que haya pasado a la historia, por muy indignado que el hombre/mujer estuviese. Se conoce el caso de uno, Pedro el Cabreado, que pasó a los anales de la Gastronomía por inventar las alubias asustadas, pero fue por chiripa.

Hace años, cuando la gente estaba muy indignada y no cabía en sí de mosqueo, solía coger un barco, cruzar el Atlántico y ponerse a trabajar como un burro para sobrevivir y para mandar algo de dinero a casa. Después cambió mucho el panorama, y en lugar de subirse a un barco y navegar hasta América, se subían a un tren y viajaban hasta Alemania. Ésos sí que salen en las enciclopedias como héroes y como piezas clave para el desarrollo y la recuperación económica, tanto de los países a los que iban, como de los que dejaban. Y todo sin que hubiese nunca un premio Nobel que fuera a verlos sudar y a maravillarse ante ellos de la energía que desprendían.

Por supuesto, acababan la jornada agotados y sin muchas ganas de cachondeo, porque al día siguiente había que repetir el ritual.

Vaya para ellos nuestro aplauso y reconocimiento, aunque nos falte el Nobel.

Stoltenberg, la medida de un político

Tomás Gómez sabe cuáles son las causas de la matanza noruega. No habíamos caído, pero tiene toda la pinta de que esta vez Tomás acierta. La culpa de la barbarie la tiene Esperanza Aguirre y esa manía suya de hacer concesiones de TDT a gente que no es del partido.

El asesino se dio una vuelta por Madrid, encendió la tele, era la hora de El gato al agua, y se marchó a Oslo con las ideas muy claras sobre cómo había que encarar la cuestión. Lo extraño es que sólo le haya afectado al noruego y no al resto de la audiencia, que por lógica tiene que entender mejor los devastadores mensajes de Pablo Castellanos y Cristina Alberdi: “El único laborista bueno, es el laborista muerto”, viene a decir.

En el tardofranquismo, cuando ya se podía pedir libertad de prensa aunque no te la dieran, se entendía que Gómez y los suyos se uniesen a quienes clamaban por ella. Lo que nadie se podía imaginar es que se trataba de una estrategia para sustituir la prensa única por otra prensa única, la suya. Y aunque tratan de disimularlo, a ciertos personajes de lengua fácil y pensamientos resbaladizos como Gómez, se les escapa con cualquier disculpa.

“En Noruega los jóvenes pueden militar en un partido sin tener miedo. Voy a hacer todo lo que pueda para que esto siga siendo así”, dijo el primer ministro Stoltenberg desde la sensatez, la inteligencia y el dolor. Es imposible imaginar qué despropósitos podrían salir de su boca si los noruegos entendiesen la política con la racanería, el cainismo y la estupidez que se estila por estos lares con demasiada frecuencia.

Stoltenberg y sus compatriotas tienen el convencimiento de que están haciendo las cosas bien, aunque en el camino surja un Breivik desaforado. Por eso a ninguno se les ha ocurrido venir a Madrid para culpar a Esperanza Aguirre.

A ver cómo lo dejan

Olvíndense de ZP. Ahora es mucho más sencillo. Ahora es R, como la compañía gallega del cable. R es Rubalcaba y a su lado le han puesto un porrón de palabras que empiezan así: resolutivo, respetuoso, risueño, realista… No se han dado cuenta de que R también puede ser negativo: ruin, repugnante, roñoso, rabioso… O el otro candidato, e incluso Rosa Díez.

Da igual. Al presidenciable hay que venderlo como si fuese un detergente. Ese lava limpio, limpio limpísimo. Erre gobierna que te cagas. Y cómo huele a próspero el pueblo gobernado por Erre…

En vez de buscar soluciones los departamentos de ideas se pasan el día diseñando envoltorios, como hacen las damas de honor con el traje de la novia: “Lo más conveniente es que el Pérez sea sólo P. Es mucho más cool”. “¡Ay no! Cool, cool es que se ponga RbCb de apellido. Así podrán twitearlo a toda leche”. “Pues si queremos algo rápido, rápido, nada como R”.

El caso es que parezca un nuevo chicle o un nuevo refresco de ésos que encierran patos en una caja boba. Cualquier cosa menos un político, que están muy desprestigiados, y mucho menos el mismo político que ya conocemos desde que Felipe González lo nombró ministro de Educación hace veinte años.

_Tiene que llevar algo nuevo, algo prestado, algo viejo y algo azul, como las novias.

_Lo nuevo ya lo tenemos, la R. Lo prestado es la P. de ZP. Lo viejo es Alfredo, que lo tiene desde que nació, y lo azul… ¿y no puede ser rojo?

_Sí, nos va a quedar monísimo.

Otro detallito a maquillar es la lista de parados, porque es demasiado larga y no hay novia que no tropiece con una cola tan larga. Van a quitar 600.000 jóvenes para darles un cursillo de formación, y cuando ya estén formados, vuelven al paro y todos tan contentos.

Va a ser la boda del siglo.

Ya hemos vivido varios fines de ETA

En el imaginario colectivo moderno no existe Eldorado, ni el País de Nunca Jamás o la isla de San Borondón. Esos mitos han sido sustituidos por otros mucho más pedestres, pero que responden al espíritu pragmático que exige el racionalismo.

Una isla flotando en medio del Atlántico no es concebible en los parámetros actuales, ni puede ser mencionada en la tribuna de oradores del Congreso, pero el fin de ETA sí. Representa un valor cosificado que se puede traer y llevar de un lado para otro, de un tiempo a otro, como se lleva un pack de cervezas, o la mesita con ruedas para comer en la cama cuando alguien enferma.

El fin de ETA alimenta las ansias de trascendencia, engorda el ego y modifica los plazos electorales.

_¿Vais este año a la playa?

_No, estamos esperando el fin de ETA.

O también:

_¿Habrá elecciones en noviembre?

_Depende de que se anuncie o no el fin de ETA.

Es el mantra del politólogo, el sursum corda de las tertulias, el anillo del nibelungo y el Hogwarts de Harry Potter: Pero como todo talismán de propiedades mágicas, tiene su lado oscuro y su antídoto. El fin de ETA sólo existe como tal mientras exista ETA. Si algún día se pudiese certificar realmente que esas palabras se habían hecho realidad, desaparecería su encanto y todos los que hoy se arropan bajo su capa protectora deberían levantarse a las siete y ponerse a trabajar como cualquier hijo de vecino, una realidad demasiado dura como para decidirla en honor y gloria de un Zapatero en horas bajas y de un PNV con menos poder que bajo la presidencia de Doroteo de Ziáurriz. Hoy manda Bildu y si Bildu ha llegado a donde ha llegado con el mito del fin de ETA bien vivo, ¿qué razón hay para desarmar el juego y esparcir sus piezas por toda la casa?

Ésta es la imagen normal de Noruega, no la otra

Espeluznante espectáculo el que se desarrolla desde el viernes por parte de aquéllos que pretenden sacar tajada política de la matanza noruega, demostrando que algunos cuerdos, por su propia condición de dueños de su mente, pueden llegar a ser bastante más crueles que los desequilibrados, a cuyos actos concedemos el beneficio de la locura.

​Resulta de todo punto estúpido creer que la matanza puede convertirse en un arma arrojadiza de unos contra otros, de islamistas contra occidentales, de laboristas contra nazis, de izquierda contra derecha, de cristianos contra masones. En todo caso, lo sucedido sería un argumento a favor de unos supuestos marcianos que pretendiesen demostrar la enajenación de los terrícolas, porque todo cuanto emana de Anders Behring Breivik es una prueba del enorme potencial destructivo al alcance de un hombre fuera de sus cabales.

​Lo demás son los adjetivos que servirán para construir un relato con posibilidades de ser devorado por miles de lectores: El hombre que mato a cien menos nueve.

​Los esfuerzos para obtener réditos políticos del episodio son tan burdos y canallas que no merecen la pena de ser reseñados con más detalles, pues correríamos el riesgo de prolongar la misma infamia, aunque fuese en perjuicio de uno y otro bando. El lector sabrá distinguir a la perfección cuándo ocurre que una hiena entra a saco en el hediondo estercolero para rebuscar y tratar de llevarse a casa un pestilente botín.

​Aunque a las noticias siempre llegan los casos más dramáticos y menos ejemplares, el lector advertido sabe que están ahí precisamente porque son excepciones, y que la gran, la inmensa mayoría, goza de una estabilidad mental suficiente para no causar graves estragos a sus congéneres.

Donde sólo la aceituna recibe más atenciones que usted

​Seguramente el lector conoce el caso de la compañía American Airlines, que logró ahorrar 40.000 dólares durante la década de los años 80 después de que uno de sus directivos decidiese poner una aceituna menos en las ensaladas de primera clase.

​Gracias a ese principio _ muchos pequeños hacen uno grande _, el ministro Sebastián calcula que el Congreso podrá ahorrarse la mitra en verso si los diputados prescinden de la corbata, pues de ese modo necesitarán menos aire acondicionado. Es genial. Basta darle un poco al coco para pasar a la historia de la ergonomía. Vamos a sugerir al ministro varias medidas que pueden ayudarle a un mayor ahorro, como por ejemplo, crear el uniforme de verano unisex para diputados, ministros y funcionarios, consistente en camisa hawaiana, bermudas y chanclas, lo que permitirían precindir por completo del aire acondicionado. En esa misma línea, en invierno debe suministrar una manta zamorana per capita, de tal manera que no sea necesaria la calefacción. Resultará entrañable contemplar a sus señorías arrebujadas en los escaños con mantas, frazadas y edredones decorados con sus banderas respectivas. ¡Qué siestas, madre! ¡Qué siestas!

​Otra medida de hondo calado sería exigir que todos los congresistas utilizasen el castellano y que lo hiciesen con corrección. Entre traductores y gomas de borrar, en dos años tendríamos para un hospital chulísimo.

​¿Y qué decir del uso que se podría dar al hemiciclo durante esas tediosas sesiones en las que aparecen vacíos muchos de sus escaños?  Deberían aprovecharlos para  realizar los exámenes de teórica del carnet de conducir.

​Ahora bien, lo definitivo sería lograr que todos prescindiesemos de esa famosa aceituna de American Airlines que tantos beneficios llevó a la compañía. A ver qué opinan en Jaén.

Fumando espero, el Rubens que yo quiero…

Cuando atábamos los perros con longanizas, hace un rato, no sé si se acuerdan, un semanario mantenía una sección que se llamaba como el programa de García Tola, “Si yo fuera presidente”. El entretenimiento consistía, como se pueden imaginar, en que gente de la farándula y de otros ámbitos no políticos expusiesen qué harían ellos en el improbable caso de ser los inquilinos de Moncloa. Gracias a una pulsión hebdomadaria que padecí el siglo pasado, los acabo de repasar todos y puedo asegurarles que los indignados han bebido de esa fuente, pues allí se encuentran todas y cada una de sus propuestas, desde las más comunes al inconsciente colectivo _ plazos de mandato, listas abiertas, sistema electoral, los tres poderes… _, hasta las más originales, radicales, peregrinas o difíciles, como es la creación de puestos de trabajo, que todo el mundo la cita, pero ninguno precisa cómo debe hacerse.

La pregunta es evidente. Si todo eso estaba ya en los papeles, incluso en el ámbito de una sección periodística de carácter frívolo, ¿cómo pudo decirse en su momento que se estaban reivindicando aspectos novedosísimos de excelsa magnificencia.

O nos hemos vuelto todos locos, o circula por los mercados un producto que borra la memoria. Para mí que es alguna de esas cremas infumables cuyos fabricantes pretenden que untemos sobre el pan, como si fuésemos astronautas.

De todos cuantos pasaron por la sección que solía firmar Camino Brasa no podemos olvidar las aportaciones de Sara Montiel, para la cual el Gobierno debería apoyar la cultura y posibilitar que “todo el mundo pueda comprarse obras de arte, no sólo los que tienen dinero”.

Sarita, como siempre, sabía dónde poner el acento. Si por ella fuese, en el hogar de cada español habría un Códice Calixtino auténtico. ¿Qué revolución mayor se puede pedir?

Camps cambia de traje

Camps dimitió y son inevitables las comparaciones. Hay 80 políticos imputados y ¿cuántas dimisiones? Hay faisanes, hay eres y hay de todo. Ignoramos qué calado auténtico tiene el baldón lanzado contra Camps, así como los lanzados contra Bono y otros hasta esos ochenta y cinco que son objeto de acusaciones delictivas sin haber pasado todavía por el juzgado. Quienes les acusan tendrán sus pruebas, pero ni el uno ni los otros ocuparon jamás este espacio, porque esto no es un tribunal.

Ahora bien, en el terreno político, en el opinable y no mensurable, cabe resaltar que la oficialidad se ha quedado sin un Camps donde pegar y eso tiene que doler; porque además de perder ese mínimo saliente donde seguir apoyando la montaña de la corrupción, su hombre del traje les ha propinado un rapapolvo en plenas napias, acompañado de una previsión de futuro vergonzante, que guardaremos en el congelador hasta comprobar si se cumple o no.

El caso es que la dimisión del presidente valenciano, lejos de colmar las aspiraciones de justicia que anidaban en el corazón de sus acusadores, los ha dejado cariacontecidos, patidifusos y con escozores inguinales, debido quizás a que se las prometían muy felices con la foto de Camps aferrado a la poltrona y llorando a lágrima viva, cual nostálgico ET:

_¡Mi traje, mi trajeeeeeeeeee!

Por lo que se pudo comprobar en mayo, a los valencianos les importa poco, muy poco, o nada, el contencioso de la sastrería, y aunque no debe ser así, porque el delito no desaparece por ser pequeño, algo nos dice que si Camps fuese el abanderado de la corrupción política española, tal como les gusta presentárnoslo, podríamos solicitar sin rubor que se abriese para todos ellos un proceso de canonización conjunta, como la de los 120 mártires de China que llevó a cabo Juan Pablo II.