Griegos
Martes, 30 de Junio, 2015
Creerse Leónidas
La historia de Grecia, como la de cualquier otro país, se registra a través de períodos sucesivos y con nombre propio. Así tenemos la olimpiada, que es una medida de tiempo de cuatro años que va de unos juegos a otros; el siglo de Pericles _ cien años de apogeo en todos los órdenes _; la dictadura de los coroneles _ siete años de poder militar _, y el semestre de Tsipras.
Aunque al personaje se le suponga más tiempo al frente de la política griega, estos últimos seis meses forman ya una unidad con principio y fin que se puede analizar en un todo, como la Semana Trágica, el Lunes Negro o el Trienio Liberal.
El semestre de Tsipras se caracteriza por la inanición ante el destino, la apariencia y finalmente, la trágica constatación de que el destino se cumple. Epicuro encontraría en Tsipras el fiel reflejo de su pensamiento, al menos cuando afirma que “el futuro ni depende enteramente de nosotros, ni tampoco nos es totalmente ajeno, de modo que no debemos esperarlo como si hubiera de venir infaliblemente ni tampoco desesperarnos como si no hubiera de venir nunca”. Esto es, si ha de venir, que venga, y si es negro, mala suerte.
La parte más criticable del epicureísmo, en los tiempos actuales, es que ni Tsipras, ni ningún inepto puede limitar las consecuencias de sus decisiones a su propio entorno, porque la globalización nos ha llevado a que se acatarre una mariposa en El Pireo y estornude un oso en la Selva Negra.
Y eso sucedió ayer, cuando desde primeras horas de la mañana comenzaron a desatarse resfriados por toda Europa. Y ya que de corralitos se trata, la epidemia adquiere los síntomas de gripe aviar, con lo contagiosa que es.
Otro griego, Galeno, descubrió las enfermedades infecciosas. Es una esperanza, pero lo hizo trabajando, no haciéndose pasar por enfermo.