Temporada de esporocarpos
Viernes, 30 de Noviembre, 2012
Foto del curso
En la Academia Militar de Zaragoza se preguntaban por qué sus alumnos no alcanzaban los niveles de sus centros hermanos, el de la Armada de Marín y el del Aire de San Javier. Uno de sus profesores, el de Matemáticas en concreto, esbozó una fórmula que da respuesta exacta a la zozobra. Dice así: La calidad de la enseñanza es inversamente proporcional a la abundancia entre los pupitres de alumnos-seta. A más alumnos-seta, menos calidad.
Y se preguntarán ustedes, como me pregunté yo: ¿Qué tipo de cogumelo, rizoma o cucurbitácea humana es un alumno-seta? Muy sencillo, el matemático denomina así a aquellos alumnos que una vez instalados en clase no muestran ningún tipo de reacción vital ante lo que oyen, ven o huelen. Por ejemplo, el profesor les anuncia que ya se sabe quién mató al general Prim, y los alumnos no mueven ni un músculo de los párpados para abrir los óculos y preguntar con interés: ¿Pero entonces no fue ETA?
No. todos callados como setas.
Como no podía ser de otra forma, ya ha saltado otro alumno, sin ninguna pinta de seta, diciendo que lo que allí abunda es el profesor-hongo, que aburre a las piedras y es incapaz de suscitar el más mínimo interés por su asignatura.
Visto todo lo cual, la impresión que se transmite desde la patria chica de Agustina de Aragón y desde el centro del que fue primer director Franco, es como de campaña champiñonera, que es buena cuando se cruza humedad con oscuridad.
En ésta y en el resto de las aulas son necesarios los alumnos-colibríes y los profesores-águila, porque de lo contrario nos recogerán para hacernos a la plancha.