Cañones sin mantequilla
Sábado, 31 de Enero, 2015
Paul Samuelson
El uso de armas potencialmente mortales por parte de las fuerzas del orden ya está admitido en todas las legislaciones de forma tácita, pues en todas existen normas que garantizan el restablecimiento del orden público con medidas de fuerza.
Un puño, una porra o una pelota de goma son susceptibles de convertirse en armas potencialmente mortales y su uso se admite como inevitable para tales fines.
Lo que ninguna disposición gubernamental contempla es reconocer en su texto legal que ésas u otras armas lo son y que se les da permiso para serlo, no solo en manos de la Policía, sino del Ejército.
El salto cualitativo supone tanto como pasar de la potencia a la acción, un tránsito grueso que podría explicar muy bien cualquier profesor de Filosofía del Derecho.
La resolución aprobada por Maduro y su gabinete, con la cita expresa para autorizar, en redundante frase, “el uso de la fuerza potencialmente mortal, bien con el arma de fuego o con otra arma potencialmente mortal”, supone la adopción de un acuerdo de mayor gravedad y alcance de lo que podría ser la restauración de la pena de muerte, abolida en Venezuela el año 1863, ya que la decisión sobre la vida de un ciudadano ni siquiera está en manos de un tribunal que la acuerde en juicio supuestamente frío y desapasionado, sino que revierte en el dedo de cualquier militar que así lo juzgue ante una carga o un movimiento sospechoso.
A nadie se le oculta que la medida está directamente relacionada con la incapacidad de enfrentarse con soluciones a los problemas de desabastecimiento, y en general, al desgobierno en todos los órdenes.
Maduro ha resuelto la disyuntiva de Paul Samuelson entre mantequilla y cañones, decantándose sin dudas por la segunda.