Centrifugado de cerebro
Domingo, 31 de Marzo, 2013
¿Qué les das, Tomás?
Sabemos muy poco de Corea del Norte y lo poco que sabemos no nos gusta un pelo. Al menos no le gusta al menda que suscribe. Hoy en día este terreno hay que transitarlo con pies de plomo, pues cuando menos te lo esperas surgen abogados del diablo por doquier. Por ejemplo, si alguien condena el crimen organizado, no pasan dos segundos sin que le salte a la chepa la Asociación de Apoyo a los Asesinos Apandadores, la cuádruple A, para denunciarlo ante el Tribunal de Estrasburgo por acoso al pobre homicida desamparado.
Aun así, a la gran mayoría de los que no vivimos allí nos pasa lo mismo que con la letra pequeña, que no nos fiamos. Entre otras razones, por su armamento y porque antes el papá y ahora el nené les han hecho creer que son el no va más del mundo mundial. No olvidemos que en esa tierra nace el lavado de cerebro y que un férreo control sobre los contenidos les permite presumir de que todos estamos mirando a Corea del Norte por ver la primera oportunidad que surja para imitarles ese régimen político tan estupendo que se gastan, al que nunca podríamos denominar con justicia dictadura, sino lo siguiente.
A saber los conflictos internos que oculta Kim, hasta dónde llega su locura del culto personalista, o la cantidad de cadáveres que podría tapar con una guerra. Ese desconocimiento sobre las claves del régimen contribuye a crear un miedo que el Norte ha administrado durante años a su favor. La declaración de guerra significa subir una escala en el gotero del miedo, pero ni sus vecinos del sur, ni los Estados Unidos, China, Rusia o el resto de los países que tratan hoy de mantener el equilibrio en las relaciones internacionales son capaces de certificar las últimas intenciones del personaje Kim Jong-un y su régimen. Solo por eso le hace sentirse fuerte y disfruta en su escalada egocentrista. La duda es saber si se saciará con el miedo creado.