Archivo de Junio, 2013

Puntos suspensivos

Domingo, 30 de Junio, 2013

Se han cumplido con creces los diez años desde que se publicó el primero de esta serie de artículos llamados El punto Je por aquello de buscar cosquillas sin dejar de reír al mismo tiempo. El dato se expresa también diciendo que con creces han visto la luz tres mil quinientos de ellos. No son ni pocos ni muchos, pero el cuerpo pide jarana, levantar las sábanas y sacudirlas por el balcón.

El punto nació como una gota diaria de humor en estado puro y así intentó avanzar hasta que se cruzó en su camino un malhadado día 11 de marzo. Al punto se le cayeron los palos del sombrajo y ganó en cáustico. Era demasiado optimismo para pensar que sería posible permanecer entre lobos hambrientos y protegerse de las dentelladas poniendo cara de vegetariano.

Los seguidores más benevolentes, que alguno hay, dijeron entonces que las heridas supuraban sarcasmo e ironía. No lo crean. También hubo noches de rabia y de comerse las lágrimas con cucharones de madera. Qué les voy a contar si cuando despertamos todos estábamos ahí.

El punto creció en ese mundo del soslayo gracias a que nadie parecía estar dispuesto para ver al Rey desnudo. Y eso que el Rey, o el presidente del Gobierno, o el director del Banco de España, no solo estaban desnudos, sino que además tenían lorzas.

Gracias a Lois Caeiro viajó al ciberespacio, y gracias a Pilar Cernuda, se hizo fuerte en una docena de cabeceras. Alejandro Armesto siempre lo vio con buenos ojos, porque viniendo de Lugo a Alejandro le gustan hasta los nublados y alguien escribió que no lograba conciliar si antes no lo había leído, por si traía un chiste que mereciese la pena.

Ahora va a descansar una temporada. No se cuánto. Mañana les propongo una nueva cita en un despacho muy lucense y peculiar, O bufete do Dr. Castro. Nos vemos.

Bitácora en pausa

Domingo, 2 de Junio, 2013

Catalayud y fauna

Sábado, 1 de Junio, 2013

La conferencia

Emilio Calatayud es un juez que recorre España a ritmo periódico contando las verdades del barquero que escandalizan a los psicopedagogos de vanguardia, a las mamás de diseño y a los papás que se tienen por colegas de sus hijos.

Hace unos días don Emilio irrumpió en la plaza coruñesa y allí dejó, como siempre, unas perlas que alborotaron los colectivos citados, contra los que Calatayud lucha desde su garita de juez de Menores y desde las tribunas donde es invitado.

La tesis medular de don Emilio es que estamos entre ser medio pánfilos o pánfilos y medio, algo que sospechábamos hace tiempo. Nos dejamos arrebatar el sentido común con cuatro trompetazos mal dados a derecha o a izquierda, pues pasamos con absoluta facilidad de ser los padres más reaccionarios del mundo, con trato de usted, bendición y besamanos, a salir de botellón con el tronco de la churri, que se enrolla que es demasiado.

“Yo no soy colega de mis hijos”, dice don Emilio; porque en ese caso, razona, dejaría de ser su padre y quedarían huérfanos.

Es un silogismo tan elemental como las tres verdades del barquero, pero a partir de él, el juez reconstruye la columna vertebral de lo que ha de ser la relación entre padres, maestros y jueces con las criaturas mientras son imberbes y dependientes: obediencia, respeto y amor, pues como dice él, si llegado el tiempo de la independencia, no te gusta cómo te tratan, agarras la puerta y a volar, que son dos días.

Las variaciones sobre este plan han de ser las excepciones, pero nunca como él observa desde su privilegiada atalaya, que sea la excepcionalidad como norma. Y encima, con una cadena de tv que difunde cada semana el comportamiento más aberrante de tipos que están por hacer. ¿Por qué no le prestan atención a los que son modélicos?