Con Pujol en Barcelona
Jueves, 31 de Julio, 2014
Instantes antes de producirse la anécdota
Cuando leo estos días que a Pujol le obsesionaba controlar la prensa durante su mandato, me asalta una pregunta: ¿y a qué político no? Cierto que entre la obsesión y el comprensible deseo de salir guapo en la foto hay un abismo, pero lo que no se da es el político despreocupado de lo que digan o dejen de decir los medios. Es incompatible, porque en ese envite van los votos y los votos son el fluido vital de su existencia.
Ya conté en otra ocasión el día en que Jordi Pujol nos convocó a los directores de periódicos de Galicia con motivo de unas inminentes elecciones autonómicas. Allí estuvimos con él y con Macià Alavedra, entre otros, Gaciño, Sánchez Izquierdo, Armesto Fajinas, Gallego Tato, Juan Ramón, Pedro Antonio Rivas y quien suscribe.
Su interés, por supuesto, eran los lectores de prensa gallega en Cataluña y todos los que tuviesen derecho a voto en aquellos comicios que va a ganar con el mayor número de sufragios conseguidos nunca por CiU, un milón trescientos y pico mil. A lo mejor ese interés por los gallegos le permitió establecer ese récord. A la vista de lo conocido es como para sentirse culpable, aunque ninguno de los presentes hicimos el más mínimo esfuerzo por ayudarle, salvo dejar constancia de la reunión, que ya fue bastante.
En el transcurso del acto se produjo una anécdota que contribuye a agrandar la leyenda de Rivas como facedor de frases y titulares, y que brindo a Javier Fortes, Rodrigo Cota, Pedro Pérez, Ángel Peláez y al resto de historiadores del periodismo pontevedrés.
Preguntó Pujol qué opinión teníamos sobre los catalanes, y Pedro lanzó de inmediato su respuesta: “Buena gente, pero unos cabezas cuadradas”. El bochorno fue general, pero ahora pienso que Rivas se refería solo al presidente, utilizando para ello un plural eufemístico.