Misión casi imposible
Viernes, 28 de Febrero, 2014
Se empieza por la lengua y se termina por la mano
Al príncipe se le critica haber estado melifluo en su reacción ante Fenoll, Mas y el resto de maleducados anfitriones durante su visita a Barcelona. Todo depende de con qué y con quién se le compare.
Seguramente el desaire de Fenoll al príncipe heredero de una Jefatura de Estado le hubiese costado el cuello en algún momento de la historia, según se tratase de un heredero u otro, siglo arriba siglo abajo. Digamos que ésa sería la reacción más bronca. Que don Felipe hubiese ordenado detener a Fenoll para ser fusilado sin juicio al amanecer.
Vamos a pensar que quienes critican la reacción blandengue del príncipe no están lamentando que Fenoll sea hoy polvo, ni siquiera polvo enamorado de Cataluña; sino una cosa intermedia entre el pelotón de ejecución y lo que pasó; es decir, volver atrás para reprocharle al empresario que debía saludarlo «por educación».
También se le critica que no hubiese puesto firme a Mas con un ¿y tú de qué te ríes?, como había hecho su padre con Chávez.
Probablemente todo podría haber salido mejor. Incluso podría haberle dicho una frase como la de Calomarde que pasase a la historia: «Señor Fenoll, manos blandas no ofenden». Pero lo único cierto, como describieron a la perfección Manuel Iglesias Corral y Víctor Vázquez Portomeñe cuando lo de Barreiro, es que «pasou o que pasou», o sea, la versión gallega de «no hay más cera que la que arde».
Esos señores con pretensiones de convertirse en Estado tienen menos luces que el barco de Luis Pimentel y se muestran tal como son, unos mocosos consentidos que han superado la adolescencia de grosería en grosería. Y claro, llega un momento en el que es muy difícil tratar de reconvertirlos