Cuota de tontás
Viernes, 30 de Marzo, 2018
_Pienso de que…
Cuando se te ha ido la pinza a menudo, cuando dices con frecuencia la primera burrada que se te pasa por la cabeza, o cuando tus argumentos se parecen a los de un lemur de cola anillada de Madagascar, no puedes esperar que cada nueva intervención tuya sea recibida como las del oráculo de Delfos, que ésas sí que despertaban gran interés.
Con esas premisas por delante, te das una vuelta por entre aquéllos a los que los periodistas les ponemos un micrófono delante dos y hasta tres veces por día, y compruebas que te espera una insufrible condena ad calendas graecas. Ésa sí que es una pena de telediario.
Estás acorralado, indefenso, acribillado por una legión de ignaros que se han adueñado de los aparatos recogedores de sonidos y los acaparan en su beneficio un día tras otro.
Cuando no son musculosos muchachos chorreantes de sudor que después de correr deben reunir su último aliento para componer la frase “ellos tampoco eran cojos”, el dueño de los micros es un simple al que le corresponde utilizarlo porque hemos dividido su uso, no por el interés que tengan sus palabras, sino por cuotas. Y a cada partido le corresponde un tramo como si todos los días se celebrase el último debate moderado por Campo Vidal y con tantos segundos per capita para soltar el rollo.
La esencia es que todo el mundo tenga libertad para expresarse. Y está bien que así lo sea, pero pensémoslo desde el punto de vista inverso, desde el punto je. Todos tenemos derecho a escuchar ideas de provecho, razonamientos fundamentados, pensamientos elevados, metáforas ingeniosas, críticas inteligentes y pullas agudas, no rifirrafes de tugurios que oyen los taberneros detrás de las barras sin necesidad de micrófonos ni de cuotas.
Nos reímos de la simpleza de los Supervivientes. ¡Pues anda que los supervividores…!