Quevedo, Larra, Bécquer
Jueves, 31 de Octubre, 2013
La famosa pupila
No cesan de aparecer grifos abiertos por donde manó el dinero _ es de esperar que esté bien utilizado el tiempo pasado _, y por lo tanto no cesa de crecer la sensación de que los tiempos de bonanza solo se aprovecharon para entrar a manos llenas en lo público, sin el menor atisbo del imprescindible afán de servicio y con grandes dosis del afán de servirse.
Ahora incluso se descubren manuales de cientos de páginas para indicar cómo han de redactarse las facturas para que el trinque y las mordidas parezcan lo que no son. ¡Qué virguería contable! De vivir Quevedo habría modificado su soneto a la nariz de Góngora:
Érase un hombre a un morro pegado / érase un morro superlativo.
Los esfuerzos en perfeccionar el pillaje han dado abundante literatura con la que se escribe la historia del timo y de la estafa. Baldomera Larra, la hija de Fígaro, fue pionera en la práctica de los engaños masivos, y otros nombres ilustres refulgen en este campo de la delincuencia, pero nunca como hasta ahora la dirección del engaño se establecía con tanta frecuencia desde las organizaciones destinadas a gestionar asuntos públicos hacia el dinero público o el privado, agravando así la naturaleza del delito.
Si a estos esfuerzos añadimos los que se dedican a discutir el color de las nubes y a protestar por todo ello, nos daremos cuenta de las inmensas dificultades que el resto de las personas, las que ni roban, ni se pierden en campos bizantinos, ni les echan la culpa a los demás, deben salvar para que suba el PIB, para que el consumo se normalice y para que crezca el empleo.
Bécquer aclaró a su amada, mientras le clavaba en su pupila la pupila azul, que su desconocimiento sobre el asunto que le inquietaba no era tal. Y tú me lo preguntas, la crisis eres tú.