El estado de la unión
Sábado, 31 de Julio, 2021
Estado de shock
Entre las múltiples carencias de Sánchez para obtener una buena gobernanza destaca su absoluta incapacidad de concebir España como la unidad política que tanto anhela presidir, un defecto que se ve elevado a la máxima potencia gracias al demoledor y constante chantaje de sus socios que se dicen autonómicos, ¡ja! y que en realidad son el icor de la insolidaridad bien destilada.
La reunión, conferencia o paripé montado ayer ha sido la representación dramática de todo este mejunje seudopolítico de robos y traiciones con apariencia de utilidad pública.
Se habla de hombres con sentido de Estado, así con mayúsculas, cuando el bien común sobresale por entre las lógicas aspiraciones partidistas o personales, pero hoy la expresión suena casi como un insulto gracias a la labor manipuladora de Urkullus, Aragoneses, Iglesias y Sánchezes, dispuestos a reinventar el Estado si con ello se llevan tajada.
El presidente es un manirroto y un quedabien. Eso se le ve desde lejos. Le sacan dinero hasta los que chupan candados en la Patagonia. Maneja el dinero con la misma alegría que el ganador de una quiniela de catorce el día de cobro pensando que le han dado un cheque infinito. Y además lo hace con un único baremo, que es su propio beneficio.
El episodio de ayer con Urkullu, el chuletón que se lleva, la ausencia infame de Aragonés, el enfado comedido de otros presidentes, el insoportable tufo a tomadura de pelo, la sensación de estafa, el convencimiento de que la mentira sobrevuela cualquier discurso arruga el ánimo e invita al pesimismo.
Dicen que Sánchez canceló un paseíllo público que se iba a dar por Salamanca para evitar más abucheos de los que ya había recibido por la mañana. Encima pretendía que el pueblo enfervorizado le aplaudiese.
Eso es no tener sentido de Estado, ni sentido de la vista, ni sentido común.