Archivo de Noviembre, 2015

El hijo de la reina

Lunes, 30 de Noviembre, 2015

Isabel y Francisco, padres adoptivos de un lucense

El capitán Felipe Reguera tiene sus orígenes familiares en algún lugar de la provincia lucense, quizá en Mondoñedo, donde años después van a existir otros militares de igual nombre, aunque tampoco lo podemos asegurar.

Muere en Galicia con motivo de un enfrentamiento del ejército con los facciosos carlistas (1846) y le sobrevive un hijo de seis años, cuya madre, o ya no existe en ese momento, o fallece en el transcurso de los cuatro siguientes.

La noticia que tenemos de ese Felipe Reguera junior dice que el 4 de diciembre de 1850, cuando la reina Isabel II sale de paseo por Madrid en su carruaje, escucha a su lado una voz que reclama su atención.

_¡Señora, Señora!

La soberana ordena al cochero que se detenga y pregunta a ese mozalbete de diez años quién es y qué quiere. Éste se define como huérfano de padre y madre en demanda de auxilio. Le explica también las causas de su desamparo y su aventura vital.

El caso es que la reina le indica que al día siguiente se presente en palacio, donde cuentan los cronistas que Reguera despliega ante los reyes _ la de los Tristes Destinos y Paco Natillas _, una suerte de habilidades artísticas, tales como tocar el piano o bailar polkas y rigodones, que naturalmente los deja con la boca abierta.

La reacción de la reina, tal como llega a nuestros días, fue decirle:

_Desde hoy ya tienes padres, pero es necesario que te apliques y seas un hombre de bien.

Se le hospeda en palacio a la espera de disponer de uniforme para ingresar en el colegio de los escolapios.

Añaden las crónicas que luego visita a los reyes, sus padres, casi a diario. ¿Es el mismo Felipe Reguera que años más tarde aparece en la vida social de Mondoñedo?

El enemigo interior

Domingo, 29 de Noviembre, 2015

Víctima y escenario del ataque

Vamos a imaginar que cualquier noche, la del último viernes, por ejemplo, circulas tranquilamente en coche por la ronda de la muralla y de repente escuchas un gran estruendo acompañado de la rotura del parabrisas. ¿Yihadistas? ¿Basura espacial? ¿Llueven calderos?

No. Aparcado el vehículo, se descubre al instante que dos imbéciles gritan desde el adarve reivindicado su hazaña. Han arrojado sendos botellines de cristal con gran puntería, lo que demuestra que se afanan desde hace tiempo en entrenamientos concienzudos para lograr el éxito de su magna obra. Luego corren henchidos de gozo.

La noche y la distancia impiden precisar la identificación, pero sin demasiado riesgo al error, se intuye que los autores del botellazo han estado sometidos a un régimen de educación obligatoria durante un período mínimo de diez años, y de ahí para arriba, lo cual nos lleva a pensar que la generación mejor preparada de la historia presenta no pocas lagunas en Urbanidad, Educación para la Ciudadanía, Filosofía, Historia, Ética y otras materias que seguramente reciben la consideración de marías, o como hoy gusten llamarlas.

Los policías que recogen la correspondiente denuncia de un delito, que bien podría calificarse de homicidio frustrado, confirman que hechos similares vienen sucediéndose en la ciudad de las murallas, o desde las murallas, durante el último mes y medio; vamos, que no es fruto de una borrachera ocasional, sino que tenemos al enemigo dentro, bien cuidado y mejor alimentado, pues los botellines utilizados son de marca.

Vamos a imaginar que todo eso hubiera podido suceder, porque en realidad así ha sido, o mejor dicho, está siendo. De modo que circulen con cuidado cerca del patrimonio de la humanidad, antes baluarte defensivo, convertido hoy en plataforma de ataque.

El sarriano que resucitó un pueblo

Sábado, 28 de Noviembre, 2015

Venancio Vázquez


Publicidad de don Venancio

Con 22 años, en 1859, llega a Madrid el sarriano Venancio Vázquez López. Lo hace con una mano delante y otra atrás, pero en el medio de ambas atesora el ímpetu, el tesón y la inteligencia que le van a permitir el éxito comercial, sin olvidar nunca la humilde cuna de donde procede.

Por eso, pocos años después está ya a la altura de su paisano y amigo, el célebre Matías López, y puede llevar a cabo una importante actividad política y filantrópica. Es diputado y teniente de alcalde de Madrid, desde donde no se cansará de luchar para conseguir que todas las iniciativas, además de responder al interés general, tengan en cuenta a los más desfavorecidos, en contra de algunos compañeros de corporación, menos proclives a la filantropía.

Gracias a él, por ejemplo, el pan decomisado por falta de peso se reparte entre los necesitados y los tranvías reservan un espacio gratis para los pobres de solemnidad.

A través de la Unión Mercantil y de su propio peculio, será espléndido de forma destacada con los damnificados por el terremoto de Granada en 1884 y muy especialmente, con los de Santa Cruz de Alhama, hasta el punto de ser nombrado hijo adoptivo del municipio, y lo que es más sorprendente, recibirá como homenaje el cambio de nombre del ayuntamiento, que desde entonces se llama, para huir de personalismos, Santa Cruz del Comercio. Seguro que la visita de cualquier sarriano será allí bien recibida.

Don Venancio, liberal moretista, pasa los seis últimos años de su vida en Sarria, acompañado de su secretario, Federico Culebras. Tres meses antes protagoniza otra noticia en la prensa. Completamente ciego desde hace tiempo, el comerciante ha recuperado la vista tras la operación de cataratas realizada por el oftalmólogo de la Asociación de la Prensa, Baldomero Castresana Goicoechea.

El bando de los alcaldes

Viernes, 27 de Noviembre, 2015

Solo pondremos los muertos

Es muy loable y digno de todo encomio que un grupo de alcaldes emergentes, activistas detergentes y de la farándula gentes, hayan promovido para este sábado un acto manifestativo en contra de la guerra, a favor de la paz y del orden constitucional, en contra de la barbarie y a favor de las patrias, la propia y la común de todos los hombres de buena voluntad.

Al igual que hicieron en 1808 Andrés Torrejón y Simón Hernández, a la sazón alcaldes de Móstoles, los modernos regidores han comprendido que la patria está en peligro y se aprestan a salvarla. No a la guerra, ni al hambre, ni a la peste. A un lado dejaremos la muerte, que es inevitable, pero en asuntos de defensa seremos implacables.

“Es notorio que los franceses apostados en las cercanías de Madrid, y dentro de la Corte, han tomado la ofensa sobre este pueblo capital y las tropas españolas; por manera que en Madrid está corriendo a estas horas mucha sangre”, decían Torrejón y Hernández en su bando, que luego fue llamado el de la Independencia. Ahora también es notorio que corre sangre y que la amenaza es de más. Vamos a decirles que paren ya, que nosotros no somos partidarios y que si uno no quiere, dos no pelean.

Ésa es la reacción que nos pedían los hombres barbudos del kalashnikov. Rendíos y deponed las armas, porque de no hacerlo os va a doler mucho más. Los alcaldes emergentes, conscientes de que no son los de Móstoles, saldrán este sábado para contestar a la misiva. Aquí no nos andamos con chikitas, ni nos la habéis colau. Aquí vamos de legales y eso que habéis hecho está muy feo. Como sigáis por ese camino, os montamos un simposio de filosofía tomista en pleno Racca que os vais a enterar de cuáles son las cinco vías de Santo Tomás.

De modo y manera que los tíos están temblando. No saben si los alcaldes son de Móstoles o de pacotilla.

La falsificadora de Becerreá

Jueves, 26 de Noviembre, 2015

Duro de Alfonso XIII niño, auténtico y falso

En el Madrid de los años veinte, a Irene Vázquez Fernández le llaman la Gallega. Nada original ni nada extraño, pues ha nacido en Becerreá treinta y dos años atrás, contados desde 1925.

Vive con Eduardo González Luna, alias el Cojo, también por evidencias, lo es. Tienen un rapaz de 12 años, Celestino, que todavía no gasta apodo, pero al que ya le despunta el bigote. El crecimiento rápido de aquellos tiempos.

Los tres forman el núcleo duro de un taller de moneda falsa. Llamarle fábrica sería ponernos finos y generosos. Radica el negocio en la calle Martínez Campos del Puente de Vallecas y lleva en funcionamiento lo suficiente como para haber despertado el interés de la policía por la Gallega, que es la encargada de colar los duros falsos y regresar con el cambio, la parte mollar del gatuperio.

Han detectado su paso por una pescadería de la calle León, un bar de Amor de Dios, una zapatería de Huertas y una pastelería de la Magdalena. En este último comercio, Irene acaba de dejar un duro sobre el mostrador. “Es falso, amiga”, le dice el dependiente. Ella lo retira y pone otro. “Éste es hermano del anterior”.

Los agentes del comisario Fagoaga caen sobre la Gallega y mientras la interrogan, detienen a Celestino, que sin querer, los conduce hasta el obradoiro. Allí encuentran cuatro kilos de escayola para los moldes, 72 piezas de a duro sin terminar, cientos de monedas de dos pesetas con las regias efigies de don Amadeo de Saboya, Alfonso XII, Alfonso XIII niño y las republicanas; estaño, galena, plata, polvos de calamina, ácidos y todo lo necesario para el matute.

La provincia de Lugo, que ya gozaba de merecida fama en el difícil arte de la falsificación, agranda su leyenda con las andanzas de la banda de la Gallega, condenada a tres años y siete meses.

El hombre del vídeo

Miércoles, 25 de Noviembre, 2015

El mensaje

Lo ha dicho con todas las letras un portavoz del Daesh. Haced como hizo Zapatero en España. Rendíos. Abandonad toda resistencia, jubilad vuestros ejércitos y dejad que el yihadismo avance hasta que penetremos en vuestras casas y en vuestras ciudades para que ni del románico, ni del gótico quede una piedra de mayor tamaño que una caja de cerillas, y vuestras cabezas no alberguen más ideas que la alabanza constante a Alá.

Hacedlo así y os libraréis del calvario que os hemos preparado con nuestros miles de suicidas dispuestos a inmolarse allí donde haga falta, en una guerra de la que no tenéis conocimiento porque no existen frentes, trincheras, ni convenciones de Ginebra.

Zapatero os marcó el camino de la retirada, de la rendición y del buen rollito. Seguid su ejemplo y tendréis huríes para aburrir. Seguid sus pasos hacia atrás y podréis decir con orgullo a vuestros hijos: Os lo hemos dejado así, manga por hombro, para que veáis qué difícil es hacer una civilización con un puzzle roto. Os lo vais a pasar fenómeno.

Él lo ha entendido con solo doscientos muertos en un día. A vosotros, si sois duros de mollera, os va a costar, os está costando, algo más.

Y el mensaje cala, porque el porcentaje de descerebrados prácticos, es decir, aquéllos que lo tienen para rellenar el cráneo, crece de forma alarmante, derribados los últimos bastiones del pensamiento con munición de salsa rosa y filosofía de cloaca.

Y el hombre que lo dice utiliza un francés con acento de Molenbeek, apoya su mano en un kalashnikov de tecnología rusa, lo graban con una cámara de tecnología japonesa y suple sus defectos de vista con unas gafas de Alain Afflelou. Eso sí, se ha dejado la barba cuan larga le quiso crecer. Lo que más odia de la civilización que pretende triturar es la aportación de King Camp Gillette. Yo tampoco uso cuchillas.

El superviviente de O Corgo

Martes, 24 de Noviembre, 2015

Panorama tras la batalla

La cifra de muertos o desaparecidos en el Desastre de Annual de 1921 ronda los ocho mil. En todas las ciudades hay familias afectadas y quienes no lo han sido directamente, conocen casos a su alrededor.

La investigación encargada para averiguar las causas de lo sucedido, llamada Informe Picasso porque recae en un general que es tío del pintor, desaparece de la circulación después de la guerra del 36 ya que Franco no sale bien parado de lo que allí depone el general Batet, que acaba siendo víctima de sus palabras.

Pero el Desastre es también aprovechado por la picaresca, como no puede ser de otra forma tratándose del país donde alcanza sus mayores desarrollos.

Ocho años después del Desastre, durante la primera semana de diciembre de 1929, en la casa de Ruperto Fernández de Segovia se presenta un individuo de 31 años, domiciliado en Madrid. Le acompaña su mujer, Perfecta Bello, y ante el segoviano relata una historia de heridas, cautiverios, pérdida de memoria, operaciones y sanación tan compleja que finaliza con un resultado no menos sorprendente, ya que la concluye diciendo que él es su hijo Ángel, a quien don Ruperto y su esposa daban por muerto en Annual desde 1921.

La versión viene avalada por las especulaciones de la prensa sobre la cifra de muertos, que suben y bajan en más de tres mil según unas informaciones y otras.

Pero los Fernández miran y remiran a aquel individuo que algo sabe de ellos, y cuando no, se escuda en haber perdido la memoria. Al final acuerdan que no es Ángel y lo echan de casa. El hombre y Perfecta deambulan llorando por las calles de Segovia, como es lógico en un hijo rechazado, hasta que los detiene la policía y se demuestra que se trata de Gerardo Fernández, natural de O Corgo y superviviente de Annual, eso sí.

La niña de Gobernación

Viernes, 20 de Noviembre, 2015

Toribio Laforga

Mediada la segunda década del XX, Adelaida Novo Rodríguez abandona la aldea de Lugo donde nace para hacer por la vida mundo adelante. Su destino es Madrid. Allí encuentra trabajo en una casa de Ferraz, la calle del PSOE. También se enamora, pero el chulapo de quien lo hace se marcha a Cuba, no sin antes dejarla embarazada.

Y como las desgracias nunca vienen solas, la señora de Ferraz la pone de patitas en la calle al comprobar el crecimiento de su barriga. Triste, sola y llorosa, Adelaida deambula a las diez y cuarto de la noche del 2 de agosto de 1920 por la Puerta del Sol. En el centro justo de la plaza, inicio de todas las carreteras, eje oficial de las Españas, Adelaida siente el aviso de un parto inminente.

Julio Arratia, guardia civil de puertas en el Ministerio de la Gobernación, advierte los latigazos y los quiebros de la mujer. La socorre y la traslada al portalón del edificio. Comunica la situación a su superior, Florencio Vélez, y éste acuerda que sea trasladada al cuarto de los agentes de Vigilancia, a la espera de un obstetra.

Pero no puede ser. En las escaleras que bajan a ese lugar, Adelaida alumbra a una niña rodeada de tricornios. Luego llega el médico de beneficencia municipal, el vallisoletano Toribio Laforga, de méritos ampliamente contrastados, que auxilia a las dos mujeres y las conduce a la Casa de Maternidad.

El subsecretario Ruano informa al ministro, a la sazón, Francisco Bergamín, padre del escritor José. Ha ocurrido un acontecimiento sorprendente, y único hasta la fecha. Una española ha nacido en un ministerio, el de Gobernación nada menos. Algo bueno querrá decir.

El diario La Libertad propone que la niña reciba el nombre de Sol, por la Puerta, y que la apadrine Bergamín, qué menos. Ése fue el día de la efímera fama de Sol Novo.

Civilizados o no

Jueves, 19 de Noviembre, 2015

Todos estos, y muchos más, hicieron civilización

La Alianza de las Civilizaciones estaba condenada al fracaso desde el minuto uno, no porque se diesen mal los pasos, o por flojera de entusiasmo, de financiación o de buena voluntad, sino por falta de civilizaciones con las que aliarse.

Si por el medio hubiesen aparecido los ummitas, los de Raticulín o los de cualquier otro modelo extraterrestre que pudiesen plantear una alternativa válida, la Alianza habría tenido su razón de ser, pero mientras el contacto no se produzca, las habas están contadas; o hay civilización, o no la hay.

Estos días de convulsiones han reaparecido coletazos de ese espíritu aliancista en voces que reclaman diálogo, análisis y condescendencia, como si la parte contraria fuese otra civilización cargada de razones, y no de kaláshnikov y explosivos, como si no los hubiésemos visto cortar cabezas, ahogar o defenestrar semejantes, precisamente por pertenecer a la civilización, que es un estado evolutivo de muy difícil conquista, donde se permite la libertad de culto, la libre circulación de las ideas y el reconocimiento de las distintas opciones sexuales, pero no se admite poner en duda el valor de la vida, ni la imposición por la fuerza de regímenes o conductas contrarias a todo lo anterior.

Ha costado mucho y las enciclopedias están repletas de episodios, de sabios y de héroes que se dejaron las cejas y la vida para conseguirla, como para que ahora aparezcan unos arrapiezos intelectuales de colmillo retorcido con ínfulas imperialistas, dispuestos a arrasar con todo y encima les demos categoría de civilización con derecho a sentarse para discutir en un simposio internacional si el imperativo categórico kantiano es o no es un sofisma.

Antes de todo eso, como mínimo, tendrán que pasar por la escuela, el instituto y la universidad.

Don Horacio, el pionero

Miércoles, 18 de Noviembre, 2015

Don Horacio

Horacio García Fernández ejerce como introductor de novedades en Lugo, al estilo de lo que hace Salvador Castro Freire en los años precedentes. Suya es una de las primeras scooter que motorean por las calles de la ciudad, y también un receptor de radio francés, cuando faltan más de veinte años para que Radio Lugo inicie sus emisiones.

Su madre, Dolores Fernández, le dice en varias ocasiones, después de que el aparato lleve horas encendido: “Horacio, apágalo; que esos señores _ los locutores _, tendrán que descansar”.

Pionero fue también en su trabajo como ingeniero industrial, pues le corresponde llevar la electricidad a varios puntos de la provincia, como por ejemplo al Cebreiro.

Estando allí le sorprende una gran nevada que imposibilita no solo el traslado a Lugo, sino salir de la palloza, donde amablemente le acogen.

A la hora de elegir el sitio donde descansar, el dueño de la palloza le dice:

_Pode durmir aí, enriba da artesa.

Y don Horacio así lo hace durante los dos o tres días en que dura la incomunicación.

Una mañana, cuando la situación ha mejorado, el paisano le despierta con la novedad.

_Xa podemos saír. E ademais, temos que enterrar ao morto.

_Que morto? _ pregunta el ingeniero, desconocedor de que se hubiese producido una desgracia en el tiempo de enclaustración.

_O meu padriño, que morreu o primeiro día da nevarada e témolo gardado na artesa.

En efecto, la abren y allí estaba el hombre insepulto, a la espera de la mejoría climática. Don Horacio había dormido los tres días encima del cadáver sin que nadie se lo hubiese advertido, seguramente en el convencimiento de que, al menos en esta ocasión, la ignorancia era una garantía para alcanzar un reposo más reparador.