A vueltas con la definición
Miércoles, 31 de Mayo, 2006Si algún colega de bachillerato respondía de forma incorrecta a la pregunta sobre qué era España, lo cateaban y listo. Hoy puedes llegar a presidente del Gobierno o a jefe de la oposición sin saberlo y no pasa nada. No se conoce un caso semejante. Ustedes se imaginan a un sociólogo sueco en desazón, preguntándose todo el santo día, pero qué coño será Suecia. Pues aquí sí. Y venga libros, y venga artículos y venga definiciones.
_España es una unidad de antenas en lo Mundial.
Vale, no sé si Felipe Sassone estará de acuerdo, pero vale como definición coyuntural, especialmente cuando descubramos que no se pueden ver los partidos.
_España es la primera república cayuca del sur y quinta de Rumania.
También se admite, con matices. Javier Maqueda, senador del PNV, aporta su granito de arena: “El que no se sienta nacionalista, ni quiera a lo suyo, no tiene derecho a vivir”. Eso, muerte a los apátridas, a los internacionalistas y a Alberto Cortez por cantar aquello tan desarraigado de “No soy de aquí, ni soy de allá”. Hay que ser de un sitio y quererlo a rabiar, así se ubique entre dos pavorosos volcanes cuando no hay inundaciones, como le pasó a Daniel Rabinovich y compañía. Y de lo contrario, a la guillotina, siguiendo la doctrina Maqueda.
Bueno, bueno. Entonces quedamos que España era… ¡una piña! ¡Una piña colada! No, ésa es una aspiración, no una esencia. Cyril Connolly, el editor de Horizon, dijo que España era un país que había vendido su alma por cemento y petróleo, y cuya única salvación radicaba en una serie de terremotos. Estos ingleses, siempre tan graciosos.
En Cataluña la definen por exclusión, que también son ganas de enredar. Dicen Dolors Freixenet y Cristófol A. Trepat en un libro de texto que “El Estado Español es aquella parte de la península ibérica que no pertenece ni a Portugal, ni a Andorra ni al Reino Unido”.
Como para no estar de acuerdo.