Alfredo Lorenzo L. Cornide, un tarsicio al frente del Museo Diocesano
Lunes, 30 de Agosto, 2021El sacerdote lucense también fue abogado, periodista, arqueólogo, orador sagrado, profesor, académico…
DESDE NIÑO TUVO como objetivo trabajar en pos de Lugo, bien en el terreno espiritual o en el material. Para ello Alfredo Lorenzo López (Lugo, 1873), miembro de la adinerada familia Cornide, por cuyo apellido se le designa en muchas ocasiones, estudia bachillerato en el instituto, prosigue la carrera eclesiástica en el Seminario lucense y hace Derecho en la Universidad Central, con su hermano Julio, hasta licenciarse festoneado de matrículas.
En Madrid predica en varias iglesias y merece los elogios de El Globo, un diario poco dado al incienso eclesiástico.
Es redactor de El Lucense y El Norte de Galicia, dirige La Voz de la Verdad y finalmente será asiduo colaborador de El Progreso. En 1911 publica en varias entregas sus impresiones de un viaje a Lourdes y gana un certamen literario del Círculo das Artes.
Por estas fechas entrega en Hacienda el libro del Catastro de Ensenada Real referido a San Xiao de Roimil (Friol), cuyo ladrón se lo había devuelto a él bajo secreto de confesión.
En 1905 asiste en Roma al Congreso Eucarístico y visita las catacumbas. A su vuelta es nombrado cura ecónomo de San Nicolás de Portomarín y dos años después pasa a desempeñar la cátedra de matemáticas y ciencias naturales en el Seminario.
Esta actividad docente será decisiva en la vida del sacerdote, ya que en 1918 se realizan las obras del Campo da Feira y se derriba el tan nombrado Arco de Palacio que une el Episcopal y la basílica. En Santa María aparece un ángel de piedra y próxima al Seminario se descubre una necrópolis romana y monedas. Se estima que el Conciliar es el lugar idóneo para guardar todos los hallazgos _ almacenarlos, en la consideración del alcalde López Pérez _, y el obispo les encarga de su custodia a él y a Luis L. Martí.
Es el primer paso para la creación del Museo Arqueológico Lucense de Antigüedades, futuro Museo Diocesano y Catedralicio de la actualidad, cuyos principios, fundamentos y objetivos son obra suya.
El valor de las piezas arqueológicas, algo que hoy parece obvio, no lo es tanto en esos momentos y todas las autoridades deben recibir una lección en ese sentido por parte de Cornide.
Él y Martí solicitan ese año del alcalde que se les permita acoger en el Arquelógico unas lápidas halladas en la muralla. Vázquez Seijas no se opone, si son para exhibir en un museo público.
Interviene en la recuperación de Santa Eulalia de Bóveda, forma parte de la Junta del Museo Provincial cuando se crea, de la Comisión de Monumentos, de la Junta Diocesana de Arte Sagrado, y es académico correspondiente de la Real de San Fernando desde 1919.
Por otro lado, su actividad dentro de la Iglesia resulta difícil de resumir. Es notario mayor eclesiástico, colabora en la creación de los Tarsicios de Lugo y de la Obra de las Marías de los Sagrarios, es agente de Preces, vicedirector de Adoración Nocturna, secretario de peregrinaciones, beneficiado y maestro de ceremonias de la catedral y canónigo de la misma.
Evaristo Correa Calderón lo recuerda con infinita paciencia al frente de los tarsicios como él. En época de escasez, se desplaza por la provincia en coches de mulas.
En 1917 es vocal de la Caja de Ahorros del Monte de Piedad, creada por su amigo Pardo Becerra, y de la que será director en la sede donada por éste, entre San Roque y el Campo da Feira.
“Este hombre no va más que a su negocio”, dijo de él un inspector de escuelas. Extrañados quienes lo escuchan, aclara: “Sí, a salvar su alma. Y creo que ya lo ha conseguido”. Muere el año 1943.