Nostalgia de Serrano Súñer
Domingo, 30 de Noviembre, 2014
Serrano, entre Franco y Petain
La obligación de difundir gratuitamente lo que la Generalitat estime de interés general _ Ley de Comunicación Audiovisual _, y la indisimulable vocación de Podemos por establecer lo que han de decir o dejar de decir los medios cuando tengan mando en plaza, se conectan directamente con Ramón Serrano Súñer y su Ley de Prensa del 22 de abril de 1938.
En los tres casos la preocupación del legislador no atiende a ninguno de los dos pilares básicos de la buena comunicación: libertad del periodista para ejercer y libertad del receptor para elegir, sino que supedita ambas a una tercera razón, llamémosla de Estado. Es una razón superior al hecho comunicativo porque lo dice el jefe y punto. El periodista se convierte en un instrumento de adoctrinamiento político y tal como ordena la florida prosa de Serrano Súñer, donde había un comunicador aparece un “apóstol del pensamiento y de la fe de la nación recobrada a sus destinos (…) digno trabajador al servicio de España”.
Pongan Cataluña o Podemos donde corresponda y asunto resuelto. Nos hemos cargado la comunicación de una forma cómoda, rápida y sencilla, que además ya está inventada desde tiempos inmemoriales. Lo increíble de la actualidad es que nos lo digan a la cara y encuentren corifeos que lo reciben con un aplauso de orejas digno de mejor causa. Desde luego, cuando el redactor era Serrano, lo que le dirigían los censurados no eran precisamente piropos.
Creímos que era para devolver la libertad que la ley del 22-IV-38 quitaba, pero se ve que todo consistía en cambiar el signo de los legisladores, no el signo de la ley.
Refundar la transición, reclaman algunos poniendo cara de pillos, como el que pretende haber descubierto la pólvora. No me diga más. Usted lo que quiere es hacer de Serrano.