Misión de paz
En la barahúnda nacional se escucha decir que las tropas españolas son una ONG, que están en el Líbano para compensar de alguna manera su retirada de Iraq, que una misión de paz no es una misión de guerra…
También se oye que con la presencia de las fuerzas internacionales de FINUL, lejos de avanzar en la misión pacificadora que las llevó allí, se está favoreciendo la infiltración de extremistas islámicos y el reforzamiento de las posiciones de Hezbolá.
Y sin embargo, el argumento es que no nos podemos marchar, que hay que comprar más inhibidores de frecuencia y más papel higiénico para que no se lo tengan que mandar sus familiares desde España.
El grado de confusión es notable. Por no saber, no sabemos si los seis soldados españoles muertos lo han sido a consecuencia de un ataque terrorista, de una acción de guerra o de un accidente, la palabra maldita que arrastrará el presidente de por vida. No sabemos si la reacción al ataque será ordenar una concienzuda investigación para descubrir los autores, si les pediremos perdón por colocar seis soldados en su camino, o si les pondremos la otra mejilla.
La desconfianza ante lo que se hace y se dice llega a estos extremos. El sueño de las medias verdades, de los términos a utilizar pactados con el enemigo, de los coqueteos con regímenes de dudosa catadura, produce monstruos y cadáveres.
Posiblemente el cambalache no se va a traducir en algaradas callejeras, ni en grandes aspavientos; ni habrá una criminalización de los responsables como ya ha ocurrido con los anteriores dirigentes. No hay voluntad ni ganas de sacarnos la piel a tiras a costa de nuestras propias miserias.
Al presidente se le piden explicaciones. Eso sí, qué menos. Aunque se sepa que el papel lo aguanta todo y que puesto a utilizar lenguajes sibilinos, es un maestro consumado.