Lo prioritario
A poco que se pasee la vista por los distintos medios informativos y sus analistas, basta para comprobar que la muerte de los seis soldados españoles en Líbano sugiere los comentarios más diversos, algunos de ellos contradictorios entre sí. Y aunque suele ser de la misma forma cuando los acontecimientos son susceptibles de considerar en clave política, ante una ocasión como ésta cualquier interpretación parece tener más importancia que el hecho en sí, es decir, el sacrificio realizado por seis compatriotas que nos representaban a todos y que en nombre de todos se encontraban en una zona donde el diálogo lo protagonizan los coches bomba.
Si se trata de una guerra injusta, o de una humanitaria misión de paz es asunto que a ellos les preocupaba muy poco. Esas discusiones se reservan para los privilegiados que nos quedamos en retaguardia, enfrascados con la tontuna de discernir si el enemigo es un ejército con mando en plaza, un puñado de insurgentes o un grupo terrorista que se alimenta con los diamantes que produce la explotación más miserable y canalla de África.
Podremos entretener cientos de tertulias sobre el derecho a intervenir en conflictos armados, o sobre la exquisita neutralidad de quien observa un genocidio y permanece cruzado de brazos. Podemos hablar hasta las tantas de la maldad intrínseca de la guerra, de la flagrante injusticia que acompaña a los belicosos y de cómo morir en misiones de paz, pero al final de todos los discursos siempre están unos cuantos héroes anónimos a los que se les regatean medallas porque no interesan en el momento político, y a los que, con un poco de suerte, no se les afea haber elegido la milicia como medio de vida, sea cual sea su grado de vocación para ella.
Por eso, y por no caer en tentadores cinismos, la ocasión requiere una prioritaria urgencia, la del homenaje y agradecimiento a Manuel David Portas, Jefferson Vargas Moya, Jackson Castaño Abadía, Juan Erickson Posada Jonathan Galea García y Juan Vidoria Díaz. El resto, después.