Cuestión de confianza
El Gobierno ya no acierta ni cuando rectifica, síntoma de que los caminos transitados acortan los márgenes de maniobra y las vergüenzas se exhiben sin pudor, a falta de mantas y cobertores.
Así, para contrarrestar los ataques terroristas que en forma de scoops bien dosificados, como mandan los cánones de las exclusivas periodísticas, le dirige día tras día el portavoz etarra Gara, el ministro de Justicia se descuelga diciendo que ellos sólo atienden a lo publicado por medios que les merezcan confianza. Y claro, Gara no es de ésos.
No se cosca el señor ministro que si los redactores de esa cabecera no le inspiran credibilidad, mucho menos deberían hacerlo los señores de las pistolas a los que estos tribuletes sirven con fidelidad inquebrantable.
Si hubiesen actuado con ese mismo criterio del que hoy hace gala el señor Bermejo, ese habrían evitado _ y nos lo evitarían a todos _, el frío bochorno que ahora recorre el espinazo de las gentes, incapaces de comprender cómo se ha podido llegar a cometer semejantes dislates y cómo salir de ellos sin producir daños irreparables.
A la vista está que el Gobierno entra en un proceso de venta del Estado con sus mayores enemigos, sin capacidad para ello, en contra de las leyes vigentes, traicionando el pacto suscrito con la oposición que ellos mismos habían alentado y sin el respaldo suficiente como para poder asumir el posible fracaso como un riesgo aceptado por todos y por todos lamentado.
Se mete en la boca del lobo y deja que éste le muerda hasta las agujetas y más allá, pues todavía desconocemos el final del scoop.
Le da voz en el Congreso y pone en sus labios la terrible versión de los accidentes, las disculpas por la detención de etarras, los tratos de favor y cuanto fuese necesario para alimentar una utopía que en realidad sólo era una sangría estirada al máximo.
En efecto, Gara no merece confianza, pero lo que es ustedes…