Hormigas y avestruces
Los acontecimientos se precipitan como las hojas del calendario. A la desaparición de las términos “ácido bórico” y “ETA” por vía expeditiva, se une ahora una manipulación del registro por vía tipex. Son demasiadas fabulaciones seguidas para que sólo sean eso, fabulaciones.
A las versiones oficiales les crecen los epifonemas. Si Rubalcaba dice que hoy no existe ningún informe que vincule a ETA con el 11-M, hay que añadir “porque fue destruido ayer”. Si ZP afirma que ningún indicio conduce a ETA, hay que añadir “porque ya le pasamos el tipex por encima”. Es como el niño que anuncia a sus padres: “Soy el primero de la clase”, y se guarda: “…en salir al recreo”.
Esos descubrimientos parecen molestar sobremanera a los grupos parlamentarios, a algunos colectivos de periodistas y a ciertas cabeceras que se mantienen en sus trece de que todo reluce a plena satisfacción. Nada sería más deseable, pero las sospechas son testarudas y se empeñan en anunciarnos que no basta la táctica del avestruz para no verlos. Si pretenden que todos nos sumerjamos en un autoengaño colectivo como el que logran los prestidigitadores en sus espectáculos, sepan que esto no es ningún circo, aunque se le parezca muchísimo.
Los primeros en darse cuenta del desmoronamiento han sido precisamente los dirigentes de ETA. Tiempo les ha faltado para desempolvar el discurso de la lucha armada y la independencia. “La lucha no es el pasado, es el presente y el futuro”. Toda una declaración de intenciones negociadoras, que el Gobierno, en su afán por no apartarse ni un ápice del guión preestablecido, califica de presiones sobre la hoja de ruta, pero que en realidad suena a ruptura en previsión de lo que pueda pasar a partir de ahora.
A todas estas, el PP modera sus críticas y mantiene su oferta de volver al pacto antiterrorista. Ellos sabrán a qué juegan y cuál es su umbral de credibilidad.
Ansiosos esperamos los próximos movimientos de fichas.