Despotismo infantil

Cada día estamos más cerca de conseguir que los niños sean los perversos polimorfos anunciados por Freud. Eso dijeron durante un seminario celebrado en Santander la semana pasada. Ahora sólo resta saber si eso es bueno, malo, regular o indiferente. O si es bueno para el niño y malo para todos los demás, que es lo primero que se deduce tras oír las explicaciones de los expertos en tan peliagudas cuestiones.
Los perversólogos llegan a esta conclusión tras observar la evolución de la familia, desde una estructura patriarcal muy autoritaria, a la actual, centrada en el niño, muy permisiva y sin las normas de contención que impedían los caprichos y lo preparaban para la asunción de responsabilidades sociales una vez creciditos.
El resultado, según se dijo en el seminario presidido por Juan Manuel Escudero, ha sido la aparición de un fenómeno inédito en la historia de la humanidad que en Santander llamaron, sin ningún tipo de ambages, el despotismo infantil.
Por supuesto, estamos hablando de la sociedad occidental, con sus chuches, sus móviles, sus maquinitas y sus Serranos, porque si nos vamos unos cuantos kilómetros más allá, topamos de inmediato con los niños esclavos, explotados, prostituidos, hambrientos y militarizados, sin tiempo ni ocasión para hacerse perversos poliformos, ni siquiera para pensar que ellos podrían reunir las condiciones ideales para ser de mayores unos cabales antisistema.
Pero no, la situación que se plantea aquí es justamente la inversa; el niño no sólo dispone de toda una sociedad que lo observa como el perfecto consumidor compulsivo, sino que antes de alcanzar el mínimo de conocimientos se le da el poder y el mando a distancia, máxima expresión de este despotismo desilustrado que jubila a los adultos e impone comportamientos memos, infantilizados y caprichosos que dejan en evidencia la flojera actual.

Un comentario a “Despotismo infantil”

  1. ncvbxmz

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