Fraga e Iribarne

Tendría su coña que la chaqueta mal puesta de Fraga en los estudios de Antena 3 llegase a ser un factor determinante para el voto indeciso, tal como da a entender el despliegue mediático realizado para garantizar la difusión de la bronca por parte de quienes procuran su derrota el domingo.
Pero si alguien descubre cualquier aspecto novedoso en el comportamiento de Fraga con Cabaleiro, o no es gallego, o no ha cumplido más allá de los 18 años. El mismo episodio, reproducido ahora casi con exactitud digna de un remake, tuvo lugar hace años en otro set de televisión. Entonces el protagonista secundario había sido Pérez Varela, todavía sin el título de conselleiro y simplemente con el de “¡¡¡Varela!!!” Pese a la riña, entró en el Gobierno.
La biografía pública de Fraga está plagada de esos exabruptos para con colaboradores y periodistas. Es consubstancial al personaje porque en su escala de valores lo prioritario no puede subordinarse a lo accesorio. Eso está bien, aunque lo exprese mal. Lo prioritario, en este caso, es la entrevista con Montserrat Domínguez, y lo accesorio, según él, es que la chaqueta se encuentre o no en perfecto estado de revista.
Este comportamiento es criticado por despótico, injusto o desproporcionado, y a buen seguro, ha sido una de las rémoras constantes en la trayectoria de Fraga Iribarne, pues tratándose de una manifestación de poder mal entendido, a todos cuantos no tienen posibilidad de ejercerlo, les recuerda otras épocas de abusos.
Se dijo en más de una ocasión que Fraga es amable e Iribarne, iracundo. Puede ser una explicación, pero puestos a recordar explosiones de Iribarne, nadie negará que los tuvo bien puestos cuando en el hemiciclo es el único capaz de encararse a los golpistas y espetarles: “Ni me siento, ni me callo. Si quieren, disparen contra mí”, lo que le vale ser recibido con una cerrada ovación por parte de todos los diputados.
En resumen, que el personaje se las trae.

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