Lo específico

En campaña, ya se sabe, cualquier promesa tiene su acomodo. Todos los candidatos nos aseguran que con su ganancia va la nuestra; o sea que dentro de poco todos los gallegos seremos o ama de cura, o reina de España.
Y aunque sean las de más difícil cumplimiento, todos arriesgan promesas cuantificables. Tantos puestos de trabajo, tantas viviendas sociales, tantos kilómetros de ferrocarril, o a lo bestia, tantos billones de sextercios. Después ya vendrá Paco con las rebajas.
Se recuerdan candidatos que prometieron puentes donde ni río, ni cañada angosta había; y no está descartado que caiga algún que otro paseo marítimo en zonas del interior.
Es cierto que las ciudades y los territorios tienen déficits similares y parejas aspiraciones, lo que permite establecer un discurso político ambivalente en miles de yardas a la redonda. Basta retocar cuatro detalles marineros o montañeses para lanzar la misma soflama en Vigo que en A Fonsagrada, pero siendo tan sublime y trascendente el poder y la representación a la que aspiran, de ellos se espera como inexcusable, que conozcan por lo menudo los lugares donde pretenden ejercer su acción política, tanto sus necesidades presentes, como su remoto pasado, pues es la única manera de implementar _ lo siento mucho, pero se dice así _, metódos y proyectos verdaderamente efectivos y transformadores.
Cuando se vive en una ciudad cuya historia está por descubrir, plagada de misterios y destrucciones, con la autoestima por los suelos y su gloria bajo tierra, el ingenuo espera que los discursos en campaña arrojen sobre ella luces de esperanza y no sean calcos de un modelo standard, dispuestos para el consumo masivo como hamburguesas de las multinacionales que tienen el mismo sabor en Torredonjimeno que en Thimphu.
Es díficil, lo reconocemos, pero no por ello quienes aspiran a ser ingenieros aeronáuticos renuncian a estudiar Mecánica de Fluidos Computacional.

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