Huelga en Granada
Los docentes de Granada llevaron a la calle su preocupación por la conflictividad y violencia que les acompaña en las aulas desde hace tiempo. No hace falta ser inspector de enseñanza para arriesgar que la situación en esa provincia no ha de ser muy distinta a la que se registra en las restantes, ni para certificar que en ciertos barrios de las grandes ciudades es mucho peor.
Lo absurdo sería pensar que las aulas españolas de hoy son una balsa de aceite y que por ellas discurren los flujos del saber como en el jardín dedicado al héroe Academos, donde Platón hizo esculpir: “Nadie entre aquí que no sepa geometría”.
El camino seguido por las legislaciones específicas y por las aledañas no permitían suponer otros resultados, de tal modo que los buenos profesores y los buenos alumnos no sólo se vieron obligados a luchar contra los imponderables que dificultan la excelencia de la educación, sino también, contra un sistema al que sólo le movía la autocomplacencia de ver cómo iba demoliendo el rigor y la autoridad de los años anteriores.
El primer día en el que el alumno entró en clase y tuteó al profesor como si fuese un coleguilla de futbolines se estaba iniciando la huelga de docentes de Granada. Y no porque el usted garantice el conocimiento, sino porque su desaparición anula los principios de todo aprendizaje, cuales son la humildad de la propia ignorancia y el respeto ante quien intenta ponerle remedio.
Por supuesto que se trata sólo de un símbolo y que los factores influyentes son mucho más complejos, pero mientras no se retome el principio de autoridad y el alumno deje de creer que acude al centro de enseñanza como quien va al cine a divertirse o pasar el tiempo, pueden sucederse leyes y ministros sin que nadie sea capaz de detener el abismo. Ah! Incluidos los papás convencidos de que sus retoños nacieron con el derecho al aprobado.
5 de Mayo , 2011 - 19:57 pm
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