La foto de Aubenas
La imagen de Florence Aubenas durante su secuestro no difiere, a buen seguro, de la de cualquier cautivo anterior, incluida la de Cervantes durante el suyo.
Ejemplos de individuos humillados frente a una violencia inmisericorde e incontrolable se han dado en todas las situaciones históricas y con todo tipo de protagonistas. Desde que existe la fotografía, en unos casos se difunden las imágenes, y en otros no. Para rescatar las estampas del cautiverio en los siglos precedentes hay que recurrir a la imaginación, pero Aubenas nos la devuelve en toda su crudeza occidental. Nosotros sólo estamos acostumbrados a ver humillación en los rostros de víctimas pertenecientes a los países pobres, explotados o mal administrados, por eso consigue ser tan patética la instantánea en la que se ve a la periodista de Liberation entregada a sus captores y dispuesta al sacrificio, como esos muchachos bosnios que nos mostraron hace una semana antes de recibir un disparo en la cabeza.
A través de la foto de Aubenas el occidental se acerca con más facilidad al horror de la impotencia que presidió sus últimos cinco meses y cuya única cura será el olvido, como le recomienda Ortega Lara desde España.
A Aubenas, y a todos cuantos sufren la maldad del hombre y sus decisiones arbitrarias, sólo cabe darles las gracias y enviarles el más fraternal de los abrazos. Ellos, que podrían ser las víctimas más evitables porque su dolor está en manos del hombre y no de la naturaleza, son por el contrario muy abundantes a lo largo de los siglos.
Da igual quien haya sido el autor, los motivos que le impulsaron a hacerlo, o el pago o no de un rescate. En estos momentos de Liberation no interesan detalles. Lo cierto es que a Aubenas le pilló la realidad por delante, como un grandioso tsunami que haría las delicias de Kafka para retratar la fragilidad del individuo ante cualquier bandería.