Armagedón

Los frentes de Sánchez se abren a razón de uno por día. Los tiene de índole personal, matrimonial o fraternal; dentro de su partido, dentro de los socios de su partido, dentro de los partidos de la oposición; municipales, autonómicos, nacionales, europeos, internacionales e intergalácticos; políticos, judiciales, diplomáticos y periodísticos.

Dicen que se gasta 55.000 euros en maquillaje y poco nos parece con la variedad de escenarios donde debe dar la cara y donde se la afean con gruesos brochazos de acusaciones.

Él lo reduce todo a fango, pero es porque se lo aconseja la maquilladora, que necesita kilos de polvos compactos para que ese rostro siga pimpante, así le caiga la del barranco del Poyo encima.

El Gobierno pende de un Sánchez y de los más acérrimos enemigos de España. ¿Qué más da que le acusen de matar niños, si ni él se siente atañido ni existe ápice de responsabilidad? Si a eso sumamos que los socios están encantados de que se pueda hacer de todo, como en esos hoteles que te ponen una pulsera de plástico y tienes licencia para meterte tres atracones por hora, la caída del Gobierno sólo se producirá con la parusía, o sea, la segunda llegada de Cristo a la Tierra.

Olvídense de mociones de censura, pérdidas de confianza, procesos judiciales y demás trámites al uso. Tendrán que rasgarse los velos del templo, surgir la Bestia de entre las rocas y disputarse la batalla de Armagedón antes de que Sánchez salga de la Moncloa, eso sí, por la puerta de atrás y sin acompañamiento trompetero.

Acaso, en la mejor de las circunstancias, es posible que alguien lleve grabado en cassette ‘El elixir de amor’, dirigida por David Azagra, alias Sánchez Pérez-Castejón, y la haga sonar en tan histórico momento. La foto, en caso de haberla, no será de Annie Leibovitz, pero es igual, va a ser impresionante.

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