La guerra de las galaxias
Se le entregaba a Pedro Crespo el premio periodístico Temas, convocado por la Constructora Colomina y Serrano mediante una comida en el Lhardy y a mí, que era un principiante, me tocó al lado del más veterano de los periodistas presentes, Vicente Cebrián, retirado ya de todos los cargos que ocupó. Conocía a mi padre y aquello abrió las puertas a una conversación fluida y descacharrante.
No pude haber tenido mayor fortuna porque mi compañero de mesa, padre de Juan Luis Cebrián, era una máquina de recordar anécdotas, hacer chistes y burlarse con gracia inteligente de todos los prebostes del régimen, el franquista, porque estábamos en 1972.
Para un recién llegado al oficio, aquella comida con Cebrián fue como una lección magistral de la que salí creyendo que sabía todos los entresijos madrileños.
Vicente era el Darth Vader de Juan Luis y, como él, estuvo en los dos lados de la fuerza. El oscuro, al que conocía bien, desfiló durante aquellas dos horas de comilona exquisita en el Lhardy con la amenidad propia del sabio ante un discípulo ávido de lo que fuera.
Su hijo también acaba de salir del lado oscuro y nos recopila sus impresiones sobre ‘El efecto Sánchez’, que son las que motivaron su abandono de aquella trinchera. Ocurre que su análisis, siendo certero, es el que ya maneja todo el mundo informado que no está secuestrado de alguna manera por el presidente.
Sánchez es un peligro andante para nuestra democracia porque ha encontrado en su destrucción la manera de permanecer en el poder. Esa idea ya no sorprende a nadie porque lo que interesa al lector es saber hasta cuándo abutere patientia nostra… su sanchidad.
En el caso de su padre, quedaban dos años de franquismo. No lo sabíamos, pero se intuía. Vicente Cebrián hacía chirigotas sobre las ruinas del régimen.