La fuga del rojo

Cuando debo referirme en público al partidismo y la manipulación de los medios siempre recurro a un caso de Lugo, que de citarlo tantas veces, he olvidado la identidad del protagonista y de los periódicos implicados.

Lo repito porque es un chiste, y los auditorios siempre agradecen los chascarrillos para poder contarlos a la salida. Se trata de un concejal de principios del siglo XX, aficionado al morapio, que regresa a su casa avanzada la noche con un tablón encima de curvas y trompicones.

Llegado a los jardines del Cantón, se alivia la vejiga en el parterre de las rosas, tal como lo recoge a los dos días el periódico de la cuerda contraria a su grupo, con pedos y señales. Leída la crónica, el diario afín desmiente la información diciendo que el concejal, inspirado por su amor a la ciudad, se limitó a regar las plantas.

TvE acaba de hacer una crónica de lo ocurrido en Paiporta de idéntico rigor periodístico al utilizado por el periódico partidario del concejal beodo. Su intención fue igualar en el punto de ira de los cabreados al Rey, a Sánchez y a Mazón. Igualados en la protesta, en las responsabilidades y en el comportamiento con el que responden. Para esto sirve aprobar la incorporación de consejeros afines de prisa y corriendo.

No ha sido el único medio en intentarlo. La diferencia entre el Rey y el presidente ha sido tan notoria, tan lesiva para la figura del segundo, que la máquina del fango oficial no podía quedarse quieta, y se pasaron toda la tarde del domingo eligiendo las fotografías o las secuencias que pudiesen apoyar su tesis.

Lástima de trabajo, porque a esas horas, salvo los ciegos por propia voluntad, toda España sabía lo ocurrido, que por otra parte es lo único que encaja con la altura de los personajes.

Las rosas, bien, gracias.

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