Pesadilla antes de Navidad
Empezaron con la historia. Había que borrar cualquier rastro de heroicidad que se relacionase con la derecha, aunque se hubiese producido siglos antes de aparecer ese concepto, por ejemplo, los Reyes Católicos.
Si Fernando e Isabel eran de derechas, ¿quién era la izquierda? ¿La Beltraneja? ¿Boabdil?
Siguieron con la gramática. Había que inventar las miembras como necesidad ineludible, diferenciar las gaviotas de los gaviotos, y muy especialmente usar todos y todas en los discursos. Eso da un toque de distinción que ni Cervantes.
Ahora le toca el turno a las matemáticas. Maduro le ha dado un repaso a la tabla de sumar, que ya no sirve ni para contar ovejitas. Y puestos a reventar el conocimiento humano, se le ha ocurrido que también podía cargarse la Astronomía, la Historia Sagrada, las costumbres y el sentido común, todas de un plumazo.
De modo que, sin el menor atisbo de vergüenza, acaba de declarar que las Navidades comiencen el 1 de octubre, al menos en su corralito venezolano, aunque nada impide que la tontería se extienda fuera de sus dominios, o que dentro de poco los carnavales duren de enero a enero, que sería lo más propio de los tiempos que corren.
Maduro ha rebasado con mucho el listón de estupideces y navega desde hace tiempo en un limbo de impunidad, tan soberbio como peligroso, que le permite descerrajar cuatro tiros en los cráneos de sus opositores con el mismo gracejo con el que regala a su pueblo —el superviviente, eso sí— unas blancas navidades nada más iniciado el otoño, como prueba de que para los dictadores no hay obstáculo tan grande que no puedan saltárselo con el destrozo de alguna ciencia.
Y si Biden le embarga el Falcon, ya le pedirá otro a los Reyes Magos. A él no lo para ni Dios.