Un cuento chino
Quienes vemos agravios territoriales en el acuerdo sobre el cupo catalán para investir a Illa, o quienes denuncian privilegios que establecen españoles de primera, de segunda y hasta de tercera, somos tontos de capirote.
Tal que así nos lo ha dicho la vicepresidenta Montero por no saber distinguir lo que es común entre todos los españoles y lo que es particular de cada curruncho.
Todo lo cual nos viene a decir que el acuerdo con ERC no paga sus votos a favor de Illa, sino que simplemente acaban de descubrir una singularidad de Cataluña que tenían debajo de la cama.
Ítem más, el caso de los EREs de Andalucía no ha existido; la mayor trama de corrupción de la democracia, con 679.412.179 euros defraudados, ha sido fruto de las manipulaciones del PP que, por lo visto, es alumno aventajado del Mago Antón en el arte de las apariciones y el escamoteo.
Todo es un metaverso que no sabemos leer ni entender hasta que llega el Tribunal Constitucional y dicta sentencia con desparpajo.
A Lambán y sus aragoneses rebeldes les van a tener que explicar otra vez lo de las singularidades, porque es una asignatura que se les ha atragantado. Y eso que son tan socialistas como Montero. Y a Susana Díaz, por parte andaluza, también.
La vicepresidenta va un paso más adelante que los rebeldes. Ella le pide a la Inteligencia Artificial que le escriba los discursos con las pautas que le dicta de antemano, y la IA lo hace a la perfección. Buena es ella para pararse en barras.
Hagan la prueba. Yo acabo de pedirle que me razone por qué la Tierra no es redonda y en el primer folio ya me ha convencido de que es un esferoide oblato. Dentro de doce folios más habré llegado a la conclusión de que es tan plana como Castellón.
Todo depende de cómo utilices el conceto, como diría Manquiña.