Aprendiendo a vivir

Fernando Jáuregui nos anunció ayer en Ribadeo la inmediata frontera vital de los 130 años… siempre que nos preparemos para ello desde los 4. Es decir, hablamos de mi nieto, y me alegro mucho por él.

Otro tema es que deseemos llegar a esa edad. El alcalde Daniel Vega y otros de los presentes nos apuntamos de inmediato. Sí, ¿por qué no? La única razón en contra sería padecer sufrimientos, pero quedamos en que se trataba de vivir, no de llegar a una meta arrastrados y con la lengua fuera.

A cambio nos augura un aumento de los suicidios, de las enfermedades mentales y del control social y político a cargo de los creadores de algoritmos, que se suponen a las órdenes de nefastos poderes supranacionales.

Algo parecido a la domesticación a cambio de la inmortalidad.

Puestas así las cosas, ¿cabe hacer algo que lo impida? Fernando se acoge a los consejos del eminente geriatra José Manuel Rivera, padre de la vicepresidenta Teresa Ribera, para encarar ambos retos, el de envejecer y el de librarse de los controles.

Primero, beber mucha agua cada día; segundo, hacer ejercicio físico y mental, y tercero, protestar.

Yo me estoy aficionando a la cerveza sin alcohol. No sé si sustituye al agua. De ejercicio físico podría hacer algo más, pero no estoy quieto. En cuanto al mental, le dedico de 8 a 10 horas al día. Creo que le llega.

En cuanto a protestar, los lectores de esta columna sabrán como nadie cuáles son mis niveles de protesta de 24 en 24 horas.

Examinados los requisitos me da para llegar a los 125 años y no me quejo. Me queda medio siglo y, tal como se están poniendo las cosas, seguro que por el medio se avanza en la creación de órganos y encargo las piezas que empiecen a fallar.

Lo de Fernando ha sido todo un subidón de optimismo.

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