Amenaza virtual

Nuevo motivo para la perplejidad. Cuando vivimos una etapa floreciente de delitos protagonizados por personas armadas de cuchillos, va la Ertzaintza y anuncia que ellos no detendrán a quienes cometan delitos de amenazas leves con armas u objetos potencialmente peligrosos, que es como una invitación a la violencia pequeñita.

Amenácele usted con un cuchillo y deténgase a la hora de pincharle.

Es como si hubiesen puesto a legislar a la Barbie. Los policías están atónitos, máxime porque nadie les explica los motivos de una orden que resulta de difícil aplicación, ya que las “armas potencialmente peligrosas” no responden a un baremo apreciable desde la distancia, y porque, si lo son, en cuestión de un segundo se pueden volver mortales.

¿A qué viene esa norma que sólo beneficia a la delincuencia y al trastorno mental transitorio, con grave deterioro de la seguridad ciudadana y de los agentes encargados de ella?

Les juro por todos los rabinos del sanedrín, pasados y presentes, que no lo sé. Ahora bien, como entre todos han logrado que una buena parte de los sí es sí, los okupas, los cambios de sexo, las financiaciones singulares, las malversaciones positivas y toda una abundante jurisprudencia actual sean de imposible comprensión para los aristotélicos-tomistas, me resigno a pensar que los vascos estarán encantados a partir de hoy, porque pueden salir a la calle con una magnífica navaja pastora de Juan Luis Vergara, limpiarse las uñas con ella y mirar de soslayo a su casero amenazándolo levemente:

—Alguien va a matar a alguien…

La Ertzaintza, a la vista de la escena, se dará media vuelta hacia sus cuarteles de invierno, porque allí no pasa nada grave. Sólo son amenazas con armas potencialmente peligrosas. Hasta que vengan con un kalashnikov, aquí no se mueven ni las hojas.

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