Stamos okupa2
En varias ocasiones he iniciado la escritura de una de estas columnas para hablar de la okupación sin que ustedes la hayan leído, por la sencilla razón de que la tiraba yendo por la mitad. Aquello no tenía sentido y, en consecuencia, lo que a mí se me ocurría, tampoco.
A ver si de esta vez llego hasta el final.
El despropósito que causan las dificultades legales impuestas por José Luis Rodríguez Zapatero, María Antonia Trujillo y toda aquella panda de iluminados para desalojar a los okupas pasadas las 24 horas de su allanamiento, se incrementa de día en día porque la norma juega a favor de la picaresca, y la picaresca es la antesala de la delincuencia.
Estos días finiagosteños se nos informa de casos en los que participan decenas de personas que se hacen con pisos recién estrenados, o a punto de serlo, gracias a la precisión de una banda de altos vuelos y la eficacia de una moderna gestoría administrativa.
Cualquier ciudadano pagador de impuestos y alquilador de inmuebles alcanza idéntica conclusión: Señores, hasta aquí hemos llegado. El mantenimiento de este estado de cosas es la garantía del conflicto, una burla a la ley y el establecimiento de una cruel lotería que te puede llevar a la ruina sin comerlo ni beberlo. ¿O es que la aprobación de esas normas es precisamente lo que buscan? ¿La expropiación manu militari que favorece a los incumplidores?
Es todo tan retorcido, tan falto de sentido y lógica, que la propia razón se rebela antes de darle acomodo.
Basta que piensen un instante en que la vicepresidenta Yolanda Díaz ha dicho que la okupación no es un problema, para que comprendan la magnitud del conflicto. Si esta mujer, que jamás ha dado una en el clavo, no lo ve, es señal de que se está produciendo una hecatombe.
Uff! Hoy la terminé.