La corte de Faraón
Pudo ser Séneca, Epícteto o Marco Aurelio. Uno de los tres cocinó el mandato que aconseja hacer de la necesidad virtud y que en estas últimas semanas ha marcado el comportamiento propagandístico del PSOE, especialmente en lo que respecta a Begoña Gómez.
Su exhibición para ser coreada por los asistentes a los mítines de campaña sólo se entiende como un desafío a la Justicia y una burla a sus procedimientos, como podría hacerlo cualquier proscrito, el jefe de una banda mafiosa o un grupúsculo de ideología antisistema al verse acorralados por un juez.
Pero señores, estamos hablando de la esposa del presidente del Gobierno, el cargo más sistémico que imaginarse pueda, sobre el que recae la buena marcha de las instituciones, el respeto que merecen y la representación de la ciudadanía, ésa a la que tantas cartas le dirige, sin partidos ni siglas, sin izquierdas ni derechas.
Las pulseritas que proclaman “Bego Free” superan todo lo imaginable en este postureo de imaginaria honradez en lucha abierta contra la maldad intrínseca de la justicia, los jueces y la prensa libre, que merece ser acogotada mediante disposiciones que dejarían en pañales el famoso artículo 2 de la ley Fraga.
El disparate es máximo y sólo falta ponerle música para que La Corte de Faraón se quede en sainete. Sugiero a tal fin que se recupere a Fangoria y el tema de Nacho Canut, A quién le importa, en labios de Alaska. Lo que estamos viendo es a Fangoria, lo que la coronación del rey Eduardo VII a Pompa y circunstancia. Y si lo puede dirigir David Azagra, el alias de David Sánchez, miel sobre hojuelas, porque ya está pagado.
Enfanguemos nuestras vidas con cínica armonía y entonemos el Bego Free, Bego Free, yo controlo el Pirulí.