Miseria y nobleza
Pobreza sobrevenida
Si su objetivo es prosperar, olvídese de él. Al menos mientras pinche y corte la pandilla basura. Tampoco lo disimulan. Todos iguales, proclaman. Eso sí, callan añadir “iguales de mal”.
Viene escrito en los principios fundacionales del movimiento desarrapado y en el ADN de quienes prometen miseria a manos llenas y que lo cumplen con creces.
Miseria generalizada, pero guardándose sus espaldas para poder mantener la destrucción hasta que ya no quede nadie que les pague la ideología.
La pandemia les ha venido de perlas y como una cosa trae la otra, de repente se las ingenian para que el precio de la luz se convierta en la jeringuilla succionadora de todas las sangres.
Jamás de los jamases habíamos asistido a un comportamiento de la tarifa energética como el de estos últimos meses y por mucho que nos la expliquen, todo es inútil si no le añadimos el elemento voluntario. Sube porque quieren que suba. Es un método eficacísimo de sembrar ruina, como lo son el despilfarro, las políticas buenistas y repartir dinero a manos llenas para que nadie quiera ni salir de casa a recoger uvas.
Lo es también poner al frente de un ministerio a una persona sin la más mínima preparación científica a perorar sobre géneros y subgéneros, a esparcir subvenciones para averiguar el sexo del huevo de gallina y el peligro inmenso del color rosa.
Cierto, los colores de la miseria son el negro de la peste y el amarillo de la fiebre.
¿Ataque de pesimismo? No, qué va. Pesimismo sería saber todo lo que se cuece. Esto solo es lo que se ve de lejos. Cómo será la cosa que ni son capaces de cesar a Marlaska.
Cuando tengan un rato les digo cuántos ceros arrastra la deuda pública española y cuántos se le esperan pronto. Eso sí que es pesimismo.