Arrepentimiento

Whitaker en el papel de Junqueras

El Supremo denegará el indulto a los golpistas dentro de unos días. Eso se espera. Su decisión pertenece a la categoría de las preceptivas no vinculantes, que se traducen como un: “Esto es lo que hay, haced lo que os dé la gana”.

Ni que decir tiene que si el ejecutivo le responde con una cuchufleta al judicial porque el legislativo se lo permite, todos llegamos a la misma conclusión. ¿Para qué queremos tres poderes si se acaba haciendo lo que dice Pedro?

Queda mono, eso sí.

El ministro de Justicia nos dijo con sardónica sonrisa que debemos ver el indulto con naturalidad, aunque se cuidó de añadir, sea total, sea parcial. Es decir, que algo será.

No es que nos pille desprevenidos. Sabíamos que era uno de los múltiples peajes exigidos por sus socios para hacerlo presidente, pero precisamente es este carácter de mercancía política el que impide verlo como nos pide el ministro.

Sabemos que es un instrumento de la justicia que existe desde hace muchos años, por supuesto; que es individual y que se establece caso por caso. Hasta ahí llegamos. Pero lo que dificulta que pongamos esa cara de boba placidez que se nos exige es comprobar que los delincuentes se reiteran en cometer una y otra vez los graves atentados por los que fueron juzgados, pues no existe en ellos el menor atisbo de arrepentimiento, algo que cualquier jurista entiende como el primer requisito.

Y como ellos siempre van por delante, de lo que en realidad hablan es de la amnistía. Genial. Ahora va a resultar que el delito es defender la Constitución.

Lerroux hizo una vez un mitin con estos versitos para animar al avance de su partido: “Molécula a molécula agrupada, / terrón sobre terrón, / se va formando un monte / lentamente por yuxtaposición”.

Curiosamente hoy solo lo practican los que tratan de destruir.

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