Jesús Rivelo, alumno de El Cordobés y Curro Romero

El novillero de Sarria pierde el conocimiento cuando inicia su primera faena

LAS ESCASAS INCURSIONES de lucenses en el mundo del toreo están plagadas de historias tristes, fracasos y tragedias. Frascuelito, Andrés Gallego, El Lozarino, Celita II, dos Galleguitos… Sólo Celita. Dositeo Rodríguez Otero y en cierta medida Luis Ríos El Pinturero, escapan a esa tónica general de carreras acabadas antes de empezar.

Jesús Rivelo Beltrán (Sarria, 1946), ha nacido en Vilaesteva, a cuatro kilómetros de Oural, y en su adolescencia la cabeza se le ha llenado de pájaros cuyo trino le convence de que nace para ser torero.

Cuenta que desde niño siente la llamada de Cúchares. “Cuando era pequeño ya me gustaba dar pases a las vaquillas y a todo el ganado que me era confiado para guardar en el monte. Creo que hice buenas faenas y que más de una vez irrité a los animales hasta hacerles que embistieran. Pero nunca sufrí ningún revolcón”. Nunca es tarde.

La escuela es menguada, pero la fe de Jesús mueve montañas, o lo intenta. Llegado a los veinte años de edad, se busca dos padrinos, el párroco de Froián, Servando Casal Díaz, y el concejal lucense, nacido en Ourol, Luis López Díaz-Pallín.

Como primera medida, el cura y el político hacen las veces de introductores de embajadores y acercan al novillero ante la presencia de Francisco Rivera Manso para que proceda a entrevistarlo con destino a las páginas de El Progreso. Qué menos.

El periodista lo interroga, pero observa que Jesús no para de fumar y anota: “Creemos que está algo nervioso”. Ya me contarán, si pierde los nervios hablando con Paco Rivera, que es Manso, qué no hará cuando se vea con los astados.

Dice que ha estado mucho tiempo fuera de casa, pero cuando no recorre mundo adelante, ayuda a su padre en las faenas del campo. Éste fue reticente con la vocación de su hijo, pero ahora apoya al muchacho, que se hace llamar El Galleguito.

Jaime González López, el taxista sarriano conocido como Jaime de Luciano, tiene línea directa con Manuel Benítez El Cordobés desde que le arroja un jamón al coso tras una corrida en A Coruña. Él también se ha movido a favor de Jesús para que el torero lo acoja durante tres días en su casa para hablarle de la profesión y aconsejarle en lo que pueda.

Durante esos días en el cortijo del matador, Jesús puede torear las vaquillas y novillos que allí había, pero las obligaciones del Cordobés lo llevan fuera de casa y Jesús debe abandonar Palma del Río.

Tiempo atrás Jesús Rivelo permanece varios meses en la Casa de Campo madrileña, donde se entrena al lado de Curro Romero, Curro Girón y César Girón. Dice que ha aprendido mucho.

Rivera le lanza entonces la gran pregunta:

_ ¿Tienes miedo?

Pero él viene con la lección aprendida:

_ Pues no sé si lo sentiré después, pero por ahora no sé lo que es eso.

Su primera novillada está programada para el día 17 de junio en Sarria, aunque se retrasará al 24 para que no coincida con la Fiesta Montera de Ancares. Serán cinco novillos de la ganadería salmantina de Jesús Castaño, para El Pinturero, de Lugo; Alfonso Cela Celita II, de Láncara; Jesús Mourelo, El Lozarino, de Lóuzara (Samos) y Jesús, al que erróneamente se anuncia como El Gallego.

El también salmantino Jesús Muñoz pone la nota exótica al cartel lucense, como lo era en estas novilladas que los animales fuesen retirados del albero arrastrados por un taxi. Rivelo sufre un topetazo de su cornúpeta _ no cabe decir cogida _, y pierde el conocimiento. Aunque regresa de la enfermería no puede matar al suyo. Tenía razón Rivera, estaba muy nervioso.

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