Lo que de verdad importa

Una experiencia surrealista

Hace algunos años fui testigo de una conversación a orillas del mar Cantábrico entre un niño de unos ocho años y un señor de unos ochenta.

El niño lleva enfrascado un buen rato con unas manipulaciones de piedras, palos, arena y agua que no parecen tener como fin la construcción de la presa que todos hemos intentado, ni el murallón defensivo contra las olas, que también.

Después de mucho observar, el señor se acerca al niño y le pregunta:

_ ¿Qué haces?

A lo que éste, sin demorar ni un segundo la respuesta, le dice:

_ Lo que a usted le importa.

El hombre se ríe al escuchar la contestación y con evidente afán pedagógico, trata de corregirle.

_ Querrás decir lo que a mí no me importa.

Y el niño contraataca para reafirmarse:

_ No, no. Digo lo que a usted le importa, porque de lo contrario no me lo habría preguntado.

El curioso asiente con la cabeza y se aleja del constructor playero en el convencimiento de que ha charlado con un filósofo en ciernes, como lo tuvimos todos los del grupo que somos testigos involuntarios del curioso diálogo.

Hoy me viene a la cabeza este recuerdo tras leer que Sánchez había llamado a María Teresa Campos para pedirle el teléfono de Rocío Carrasco nada más emitirse el primer capítulo de su inagotable culebrón.

Ocurre con el requisito que André Breton exige al ejercicio surrealista, es decir, como un automatismo psíquico puro, ausente de cualquier control racional.

Luego, cuando trato de explicarlo, se pierde el misterio y me enredo al pensar que efectivamente, el culebrón interesa mucho más de lo imaginado, hasta el punto de que el presidente y una de sus ministras han tomado cartas en el asunto.

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