Riomol y Quiroga, obispo de Mondoñedo
Según el padre Flórez, el religioso de O Corgo tuvo la honra de morir pobre por sus donaciones en la ciudad
SUELE BAILAR UN año la datación del nacimiento de Carlos Antonio Riomol y Quiroga (O Corgo, 1696), como bailan también sus apellidos, en este caso, por propia voluntad del personaje, sacrificando el ilustre Quiroga, por un Riomol de menor raigambre, pero también menos común.
Riomol nace en el lugar de Vilacorbe, dentro de la parroquia de San Martiño de Folgosa, el 4 de Santos de ese año, y no uno después como dice uno de sus biógrafos, Manuel Molina Mera, el alter ego de Manuel Amor Meilán, que lo califica al clásico modo como “sabio y virtuoso prelado”.
En realidad los dos apellidos pertenecen a su padre, Diego de Quiroga Riomol, porque su madre es Beatriz Arias Vaamonde, como dice Amor, “de hidalga cuna y cristianos ejemplarísimos”.
Carlos Antonio estudia la carrera eclesiástica en Fonseca durante ocho años, terminada la cual es destinado a diversos curatos donde su altura intelectual no pasa desapercibida y pronto adquiere fama que lo distingue dentro del sacerdocio coetáneo.
Siendo así, es promovido a la dignidad de canónigo lectoral de la Iglesia de Lugo, y en 1750 oposita con brillantez para desempeñar la Penitenciaria de la Metropolitana de Compostela, que estaba vacante.
Su fama se sustenta en una conducta virtuosa, sus dotes como orador sagrado y sus conocimientos de Teología y Filosofía, disciplina de la que será catedrático, todo lo cual llega hasta los oídos del rey Fernando VI, que en 1752 lo propone para ocupar la sede episcopal de Mondoñedo tras el fallecimiento de Juan Manuel de Escobar y de La Carrera.
Despachadas las bulas, el 4 de marzo del año siguiente se realiza la consagración episcopal en la catedral de Santiago de manos del famoso arzobispo Bartolomé Rajoy Losada, asistido por los prelados de Tui y Lugo, tras ser designado por el papa Benedicto XIV.
Promociona el conocimiento de la Teología entre los sacerdotes y se ocupa de examinar personalmente a los confesores, con frecuentes visitas pastorales por toda la diócesis.
También se ocupa de remediar la ruina que amenaza el palacio episcopal, anexo a la catedral, y lo erige de nuevo desde sus cimientos con resultados que son los que hoy se ven. Amor y el padre Flórez dicen que supone un notable dispendio por su parte, pero que evita nuevos gastos por mucho tiempo y asegura a sus sucesores “una segura y cómoda morada”.
A lo que el autor de la España Sagrada añade: “Dejó a la Iglesia un rico Pontifical y tuvo la honra de morir pobre, por gastar con los pobres cuanto le quedaba después de un porte muy moderado”.
El escudo que luce la fachada del edificio es hoy uno de los atractivos turísticos de la ciudad por su magnificencia y el notable trabajo con el que está realizado, como se puede ver en el cromo adjunto.
En 1758 Riomol autoriza el traslado de las ferias de San Lucas al 15 de agosto, como era deseo de la ciudad por ser el día de la Asunción, titular de la catedral.
Riomol muere de forma sorpresiva después de oir un sermón vespertino el cuarto domingo de Cuaresma, el 1 de marzo de 1761, cuando aún no se habían cumplido los diez años de su llegada a Mondoñedo. Fue sepultado en la Capilla Mayor de la catedral. De él se tiene un grato recuerdo.
No así del año de su muerte, ya que cinco meses después, durante la vacante que dejó su desaparición, cae sobre Mondoñedo una tormenta tan intensa que causa seis muertes y abundantes destrozos por la inundación que deben ser reparados con los 145 mil reales que aporta el rey Carlos III.