Los extraordinarios poderes de la Meiga de Torbeo

El 23 de abril de 1938 muere en A Pobra de Brollón la enigmática Filomena Arias Armesto

DE FILOMENA QUEDARÁ para siempre el misterio sobre los límites y el origen de sus poderes, porque nadie de quienes la conocen en el ejercicio de sus sapiencias duda de que ella fue extraordinaria, _ lisa y llanamente dicho _, un ser singular y fuera de lo común.

Solo así se explica que su casa de Torbeo concite durante años la visita de gentes llegadas de cerca y lejos; de Castilla, León, Asturias o de Portugal. La fama de sus curaciones, de sus visiones y predicciones, la llevan a ser un nuevo oráculo de Delfos al que acudir en busca de respuestas que se producen tras el mal que le afecta con regularidad relojera. Se llama mal a esas convulsiones que le hacen traspasar la frontera de la percepción, ¿pero hacia dónde?

Los observadores, testigos y estudiosos de Filomena Arias Armesto (Ribas de Sil, 1865) coinciden en señalar que durante sus años mozos es una más de entre las mujeres de Torbeo, con los pies sucios, las zocas rotas cada cierto tiempo y analfabeta, como lo seguirá siendo hasta el fin de sus días. En realidad quienes mejor hablaron de todo eso fueron sus vecinos, como Ubalda Doval Arias, que lo escucha de labios de su madre, presente en el famoso fiadeiro donde se inicia su historia.

Sí, porque todo cambia cuando llega a los treinta años, o por ahí. El momento exacto de la crisis se cuenta a través de su participación en una fiada comunitaria celebrada en San Martiño, una de esas reuniones vecinales en las que se trabaja el lino para toda la aldea al tiempo que los hombres molestan tratando de palpar las partes mollares de ellas por si se tercia un revolcón.

La mujer sale a beber en la fuente de la Cruz do Barrio y regresa a donde están todos absolutamente transformada en otra persona. Se agita, se golpea la cabeza contra los muros y ladra como un perro hasta que se calma. Ésta es la primera experiencia de lo que ella y los vecinos llamarán el mal, una especie de ataque epiléptico que le transmite otra personalidad.

A partir de ese momento, los pasos mágicos quedan ya establecidos. Una vez cada veinticuatro horas y tras acostarse en un lecho, pasará largo rato —hasta sesenta minutos—, ladrando como lo haría un perro. Una niña médium _ La Niña, la llama ella _, aguarda a su lado mientras dura la barahúnda. Ése es un punto oscuro. Uno más. Después ya puede hablar y contestar a aquello por lo que se le pregunte. Eso sí, lo hará en perfecto castellano, pese a que normalmente se expresa en gallego.

Ese fenómeno y el hecho de que sus respuestas contengan informaciones sobre tierras muy lejanas provoca las mayores admiraciones, como si conocer los secretos de un carpintero de Verín, por ejemplo, no fuese suficiente maravilla, y lo fuese mucho más si el carpintero es de Toledo.

Después de las convulsiones pronuncia varias veces la palabra “chavaras”, que es el abracadabra con el que se abren las puertas de la clarividencia y cuyo exacto significado solo ella podría desvelarnos, aunque hay que emparentarlo con la suerte de palabras mágicas que en el mundo han sido, son y serán, desde alakazam al shazam, pasando por la más popular, ya citada antes.

A poco que nos fijemos, nos damos cuenta de que en la mayoría hay presencia vocal casi exclusiva de la letra A, que es el principio del abecedario y de todo lo que no tiene nada antes. A partir de aquí pueden suceder milagros, o que trate con gran familiaridad al propio Dios, llamándole Manolón, quizás por el segundo nombre de Jesús, Enmanuel, “Dios entre nosotros”.

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