La yenka asimétrica

Vuelve a estar de moda

Hace años que en casa no hay niños en edad de ser paseados _ entiéndase bien _, no por las cunetas de Pimentel, sino por los parterres de Ángel López Pérez.

Los hubo siempre, pero claro, crecen y se pasean solos que da gusto verles. En estas últimas horas pienso mucho en ellos y en lo que pasaría si en vez de ser cuatro hombres y una mujer, fuesen cuatro infantes y una pipiola.

Viendo el bochorno que ofrecen nuestros dos presuntos presidentes y las correspondientes vicepresidencias trufadas de egolatría supina narcisista, he llegado a la conclusión de que no saldría de casa ni el primero.

No sabría si llevarlos atados o embozados; con mascarilla, bozal o chichonera; si meterlos en un banco para que jugasen al bingo con los numeritos de la cola, o en una farmacia, para que hiciesen churra monta la burra con las cremas de oferta. No sabría si sacarlos de madrugada, que es cuando menos gente hay, o a la hora de los aplausos, para que se sintiesen astronautas recién llegados de la Luna.

Si dejar que corriesen, que jugasen a la manga riega o que se llenasen de barro hasta las cejas. Ignoro tantas cosas que los pobres se quedarían en casa como los domingos de invierno, que tampoco está nada mal, habiendo casa y habiendo merienda.

“Pecamos de prudentes”, dice Sánchez, el hombre que se ha lanzado a la gobernación más insensata de las posibles, como él mismo decía semanas antes de emprenderla. No me lo creo. Pecásteis de lo de siempre, de indocumentados. Y ahí están sus declaraciones sobre los nuevos pasos a dar en esa desescalada lenta y asimétrica: Unos pasos serán hacia adelante, y otros, hacia atrás, como la yenka. ¿Y de qué dependerán? ¿Del número de niños contagiados?

Ya le digo. Por años me libro de tomar decisiones y me alegro tanto que no sé si irme a una farmacia a celebrarlo.

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