Prestidigitadores
Abejitas, ovejitas… precioso
Esta noche pasada, entrando la dulce primavera en nuestras vidas, algunas instituciones catalanas han decidido sustituir los lazos amarillos que lucían en sus fachadas, por los perfiles de ovejitas, vaquitas y otros solípedos domesticados, del mismo color de la peste, de los traidores y de los herejes. Lo siento, pero es así. Ni siquiera hace falta leer a Pastoureau para saber los papeles que la historia reserva para ese color.
Si fuésemos un país serio, los grupos animalistas ya habrían presentado una denuncia en contra de la utilización política y partidista de estas reses. Pero como no lo es, ahí tienes a los pobres mamíferos, prestando su cuerpo, no solo a la alimentación sino también a experimentos políticos de dudoso gusto, escamoteo e inciertos resultados.
Bueno, no. El gusto es dudoso, pero el resultado es contable. No hay indicador económico que no se haya desplomado, si el hecho de caer supone un desastre, o que se haya disparado, si el hecho de subir también lo es.
Condenados a sufrir la plaga, bichos y humanos contemplan cómo todo a su alrededor se vuelve amarillo por la acción directa de sus gobernantes inmediatos y la inanición de los otros, pues pretenden seguir en la poltrona apoyados por éstos, los que desean dar un golpe al Estado y llevarse un botín como nunca antes se ha visto en las pantallas de nuestros cines.
Lacitos o animalitos, da lo mismo. Los magos los llaman elementos de escamoteo y distracción, porque mientras tienen al público pendiente de ellos, pueden llevar a acabo los trucos sin que nadie se dé cuenta. Esto no es una cuestión de símbolos, ni de libertad de expresión, ni de nacionalismo. Esto es un robo con sus colaboradores necesarios. Que no nos distraiga el amarillo chillón, que será muy llamativo, pero feo como el demonio.