El estado de la cuestión

El libro resultante

Por iniciativa de Jesús Vasallo y de la oficina cubana para el turismo (INTUR) participé hace treinta años en la elaboración de un libro sobre las posibilidades de abrir la isla a quienes no la tenían como etapa ni destino de sus andaduras, el turismo de yate y de grandes cruceros.

El trabajo no podía ser más agradable, pues se trataba de conocer a fondo la isla e informar de ello. Naturalmente fuimos conducidos y asesorados en cada uno de nuestros pasos y aunque a veces logramos escapar de la ruta oficial, está claro que vimos lo que los cubanos querían que viésemos.

Espléndidas playas, maravillosas calas para el buceo, el encanto de Santiago, el inolvidable Pinar del Río, los tabacos de Vuelta Abajo, los museos de la Revolución, Varadero, La Habana antigua, parques para el regocijo de botánicos, el Gramma, el mojito y el son.

Materia prima de sobrada calidad para turistas exigentes con el ingrediente adicional de visitar un país con un peculiar sistema político y unos habitantes siempre dispuestos al buen humor. El informe sobre lo que allí había fue fantástico. Teníamos que ser muy torpes para no apreciarlo.

Lo malo vino a la hora de señalar los lugares en los que esos adinerados turistas dejarían las ansiadas divisas, dónde estaban los hoteles de lujo, los muelles deportivos, las cafeterías bien surtidas, las tiendas de marca, las joyerías o cualquier chiringuito en los que el visitante se encapricha de bienes y mercancías y se los lleva aunque solo sea para presumir delante de las amistades. ¿A qué no sabes a cómo estaban los topacios?

Esa segunda parte de nuestro informe tuvo que reflejar el estrepitoso fracaso de la misión. El socialismo cubano era incompatible con el capitalismo feroz que se pretendía conseguir y desde entonces el castrismo no invitó a más periodistas españoles. Lo sabía todo. (2-VIII-2006).

Un comentario a “El estado de la cuestión”

  1. Aureliano Buendía

    Hoy me siento obligado a reivindicar la figura de Willy Toledo, a quién tanto criticamos otras veces por sus exabruptos.

    A la hora de la verdad, y de entre los varios millones de españoles (al menos, cinco: los votantes de Podemos) que creen que el comunismo es la panacea, es de los pocos coherentes: él vive en Cuba, aunque sea a tiempo parcial.

    La cuestión habría que planteársela a figuras de la política (Pablo Iglesias, por ejemplo) o de la farándula (Gran Wyoming, por poner uno), y es la siguiente:

    ¿Por qué teniendo el paraíso al alcance de un avión, por lo que cuesta un billete de solo ida a La Habana o Caracas, permanecen en este país atrasado y refractario a la verdadera fe? ¿No les sería más sencillo afincarse en esos edenes comunistas, que vivir en Occidente soportando la bota del capitalismo?.

    Hagan como Willy Toledo, que sólo viene a España cuando le resulta imprescindible, y supongo que cada minuto se le hará eterno, obligado a respirar el mismo aire que la caterva de “escravos, ignorantes e alienados” (el Gran Bardo gallego, dixit) que constituyen la mayoría del pueblo español.

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