Los mástiles de Duñike

Si algo no se le podrá negar nunca a esta legislatura es la amenidad y variedad de los temas y propuestas planteados en ella. Al presidente le cabe el honor de encabezar la Larga Marcha del Todo Vale, pero a su rebufo han surgido otros muchos políticos que no han desaprovechado la magnífica ocasión que se les brindaba para pasar a la historia con geniales aportaciones que años atrás estaban reservadas, casi en exclusiva, al colectivo de los humoristas.
Hoy hay que registrar un nuevo ingreso en esta moderna academia del Buen Gusto, el de Duñike Agirrezabalaga, licenciada en Derecho, máster en Urbanismo y Administraciones Públicas y portavoz de la coalición IU-Aralar en el ayuntamiento de San Sebastián, quien, pese a todos sus títulos, ha propuesto que en vez de la bandera española, en el balcón del gobierno local donostiarra ondeen la republicana, la feminista y la de gays, lesbianas, transexuales y bisexuales. Podría haber añadido la del cambio climático o la de la Real Sociedad, pero se nota que no hay mástiles suficientes, o que la mujer se quedó exhausta después de realizar tan ímprobo esfuerzo intelectual.
Para que luego se diga que los representantes públicos no le echan imaginación a sus altos cometidos. Doña Duñike no sólo se carga de un plumazo la historia y la legislación vigente, sino que ofrece alternativas que según ella, ahondan en la pluralidad de su ciudad. ¡Vaya! Nos han salido dos palabras seguidas que acaban en zeta.
Si la pluralidad es cuestión de banderas no hay balcón en el mundo que satisfaga la que nosotros atesoramos. Acuérdese del proverbio, doña Duñike; tres españoles, cuatro opiniones. Pero si en una sola representamos todas, como ocurre por ahí adelante; con lo que ahorramos en telas y en madera para los mástiles podríamos construir el Museo de la Pluralidad y un Palacio de Congresos para que Al Gore viniese cada mes a explicarnos que cuanto más engorde él, menos nos queda al resto.

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