Ultras enquistados
Lo común de la extrema izquierda y la extrema derecha es que ambas carecen de mano izquierda para actuar a derechas. La ingeniosa frase es obra de un lector catalán que compara los sucesos del 12-M en Barcelona con los del 22-E en Madrid, como resultado de la actuación de extremistas de uno y otro signo respectivamente.
Dicho así, da la sensación de que los ultras españoles son durmientes que se enquistan e hibernan durante largas temporadas para renacer de sus cenizas y recobrar la actividad cuando las circunstancias políticas son favorables. Vamos, que usted puede ser un ultra de tomo y lomo e ignorarlo hasta el momento de caer en una charca, lodo o barrizal, que es el caldo de cultivo propicio donde desarrolla toda su potencialidad extremista a la diestra, o a la siniestra.
Al respecto recuerdo un 1º de mayo de los últimos años de Franco. La policía detiene a varios manifestantes en la zona de Atocha y los baja de las furgonetas en la calle Correo para ser introducidos en el edificio de la DGS. A su salida de los vehículos se forma un doble pasillo y cada uno de los detenidos recibe una lluvia de patadas, puñetazos y zancadillas de los allí congregados antes de entrar en la DGS, donde el público sólo imagina lo que puede estar ocurriendo con ellos.
Varios metros más arriba, otro grupo de curiosos observa la escena atónito e impotente. Los comentarios sobre la barbarie hacen brotar entre ellos el espíritu del Palacio de Invierno, y donde cinco minutos antes había un grupo de pacíficos ciudadanos despolitizados, surge ahora una columna dispuesta a tomar el Pardo y a pasar a cuchillo cualquier personaje con bigote que se cruce en su camino hacia el despacho del dictador. Una carga policial dispersa a los mirones, pero durante unos minutos creímos en nuestras fuerzas para cambiar el curso de la historia. Por eso hay que tener cuidado con las charcas y los ultras durmientes. El 11-M es una de ellas.