El toro indultado
En todos los hogares españoles se comenta con entusiasmo navideño el conmovedor gesto que la ministra de Medio Ambiente ha tenido para con los toros de lidia, ante los que se abre un futuro esperanzador, pues si el PSOE gana las próximas elecciones, se dictarán leyes para garantizar que los morlacos pasten por los campos hasta que les sobrevenga un accidente cardiovascular, quiera Dios que sea lo más tarde posible.
La noticia de que el toro ya no morirá en la plaza, sino en UCI, es causa de lógica algarabía en los ambientes taurinos; en las dehesas, se entiende, porque entre ganaderos, toreros, empresas, monosabios y aficionados, la alegría ha sido discreta, por no llamarla cabreo.
Dadas las reuniones que el Gobierno mantiene con Josu Ternera y otros destacados amantes de los animales, en círculos próximos se especula con la posibilidad de que el anuncio sea una consecuencia del proceso de paz, proceso de amor.
El entusiasmo ha sido especialmente desbordante entre el gremio de la hostelería de Pamplona, en el barrio sevillano de Triana y en el domicilio de Finito de Córdoba. Los portavoces de dichos colectivos han resaltado que medidas así son las que hacen posible el avance de los pueblos y que si a la ministra se le ocurre pasar cerca, que procure llevar casco; para añadir a continuación frases ininteligibles que acababan todas en -ones, -uta y -erda.
La AVT también recibió el anuncio con similar contento, hasta el punto de que ya están estudiando las vías legales que les permitan beneficiarse de tan magnífico espíritu humanitario. En cuanto al padre de la señora ministra, el escritor y periodista Paco Narbona, hay que imaginarlo en el paraíso tan feliz o más que ellos, pues no en vano fue autor, entre otros, de títulos como “De El Espartero a Jesulín: 100 efemérides taurinas”, “Sangre y arena”, “Víctimas del toro en el siglo XX”, “La Maestranza y Sevilla”, así como las biografías de Manolete, Belmonte y Rafael el Gallo.