Merienda de inocentes

La estrategia de algunos partidos en orden a sembrar la duda permanente sobre la identidad española con claro propósito de pescar a mansalva en río revuelto produce escalofríos, pero nadie parece dispuesto a evitarla.
A quienes votábamos en las generales convencidos de que lo hacíamos en una circunscripción única, nos quedaba el consuelo de saber que el Gobierno salido de esas urnas, fuese de un signo u otro, mantendría al pie de la letra el espíritu constitucional, que hasta ahora es el único consenso logrado para vivir en armonía.
Pero cuando se observa que ZP es capaz de traicionarse a sí mismo con tal de mantener el apoyo de sus socios, sólo nos queda admitir que hemos puesto en pie un sistema electoral perverso, pues lleva implícito el mecanismo de una bomba de relojería que se puede activar por deseo de minorías, dinamitando todo lo conseguido con gran esfuerzo desde el 75.
Sólo en este clima de pillaje y bandería se puede explicar que el PNV destaque la referencia a la “unidad solidaria” como el episodio más conflictivo del mensaje del Rey; sólo en este ambiente de dejación cabe mantener más de 24 horas en su cargo a una presidenta del Tribunal Constitucional que duda de la Constitución; sólo en una inestabilidad tan manifiesta es justificable el temor de los habitantes de Astorga a que su Palacio Episcopal _ hoy Museo de las Peregrinaciones _, sea trasladado piedra a piedra hacia el Oriente por el hecho de ser catalán quien lo diseñó.
Sí, porque el caso del Archivo de Salamanca no deja de ser una anécdota dentro del paquete que puede arrastrar tras de sí una política tan débil y entreguista como la que se está cocinando en nombre de la democracia a través de unos pinches incapaces de inspirar la mínima confianza institucional.
Y lo malo es que unos y otros ignoran el precio que puede llegar a pagarse por frivolizar con las cosas de comer.

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