Patos de cara

Si el maestro del Colegio de Augures tuviese que destripar hoy un ganso para leerle al César las entrañas del animal, es muy probable que se encontrase con máculas y pápulas en alguno de sus órganos vitales. De lo contrario, ¡menudo augur el del César!
La situación es difícil de describir sin echar mano de los arúspices, que eran unos personajes capaces de sintetizar la guerra de las Galias en el color amarillento de un hígado palomero, y reconozcámoslo, los que hoy ejercen el oficio, o no están a la altura, o no valen un pimiento. Así que sólo nos queda el lenguaje vulgar.
En esos términos podemos decir que el conjunto de naciones de preámbulo, realidades nacionales, comunidades autónomas nacionalidades históricas y naciones prehistóricas que forman España vive inmerso en un follón bárbaro. El augur diría que el pato está mareado y que defeca muy suelto, pero hoy se entiende mejor lo del follón.
Son las horas previas a Estrasburgo y de lo que allí pase hay que esperar lo mejor. El gran problema es que, como casi siempre ocurre, lo mejor ya es un imposible. La utopía habría sido no llegar a este día en unas condiciones tan lamentables como las actuales; con una desunión fractal que nos hace dudar hasta del carné de identidad y con la permanente sombra del engaño, la extorsión y la imbecilidad sobre la cabeza.
No dudamos que el proceso, y no sólo el de paz, reportará grandes ventajas para quienes se hagan con las naciones, pero para el pueblo es un engorro, un mal chiste, un atraso, un zambombazo del que nos creíamos haber librado por el inmenso precio de una guerra civil bien reciente. Pero como por lo visto la montó por su cuenta un generalito ferrolano y los demás se van de rositas, no fue suficiente. Se nota que a los menores de 75 nos la han contado de oído.
De pistolas robadas, sumarios profanados y palabras dadas, ya ni hablamos. Que haya suerte, o como decía el ornitomante, que te vuele el pato de cara.

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