Ya estaba dicho
Fumando espero, el Rubens que yo quiero…
Cuando atábamos los perros con longanizas, hace un rato, no sé si se acuerdan, un semanario mantenía una sección que se llamaba como el programa de García Tola, “Si yo fuera presidente”. El entretenimiento consistía, como se pueden imaginar, en que gente de la farándula y de otros ámbitos no políticos expusiesen qué harían ellos en el improbable caso de ser los inquilinos de Moncloa. Gracias a una pulsión hebdomadaria que padecí el siglo pasado, los acabo de repasar todos y puedo asegurarles que los indignados han bebido de esa fuente, pues allí se encuentran todas y cada una de sus propuestas, desde las más comunes al inconsciente colectivo _ plazos de mandato, listas abiertas, sistema electoral, los tres poderes… _, hasta las más originales, radicales, peregrinas o difíciles, como es la creación de puestos de trabajo, que todo el mundo la cita, pero ninguno precisa cómo debe hacerse.
La pregunta es evidente. Si todo eso estaba ya en los papeles, incluso en el ámbito de una sección periodística de carácter frívolo, ¿cómo pudo decirse en su momento que se estaban reivindicando aspectos novedosísimos de excelsa magnificencia.
O nos hemos vuelto todos locos, o circula por los mercados un producto que borra la memoria. Para mí que es alguna de esas cremas infumables cuyos fabricantes pretenden que untemos sobre el pan, como si fuésemos astronautas.
De todos cuantos pasaron por la sección que solía firmar Camino Brasa no podemos olvidar las aportaciones de Sara Montiel, para la cual el Gobierno debería apoyar la cultura y posibilitar que “todo el mundo pueda comprarse obras de arte, no sólo los que tienen dinero”.
Sarita, como siempre, sabía dónde poner el acento. Si por ella fuese, en el hogar de cada español habría un Códice Calixtino auténtico. ¿Qué revolución mayor se puede pedir?